«Las magnificencias de la naturaleza y del arte, bien utilizadas por el hombre temperante, son formas de elevarlo a Dios»
El «Pacto de las Catacumbas” fue un compromiso firmado por 40 Padres Conciliares en la época del Concilio Vaticano II. Según el obispo don Pedro Casaldáliga, sus signatarios defendían «el advenimiento de un orden social nuevo».
– ¿Cuál? Lo sabemos, porque conocemos los gustos de este prelado, quien en uno de sus poemas se auto titulaba «Monseñor hoz y martillo».
«Pacto de las catacumbas para la casa común». Por una Iglesia con rostro amazónico, pobre y servidora, profética y samaritana
Después de 54 años, el legado de los padres conciliares fue recogido por un grupo de participantes en el Sínodo de los Obispos para la región Pan-Amazónica centrado en el tema: «Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral«. El espíritu de aquel día vivido en 1965 en las Catacumbas de Domitila se renovó.
Los firmantes del documento se comprometen a «renovar la opción preferencial por los pobres», a abandonar «cualquier tipo de mentalidad y actitud colonial», a anunciar «la novedad liberadora del Evangelio de Jesucristo». También se comprometen a reconocer «los ministerios eclesiales que ya existen en las comunidades» y a buscar «nuevos caminos de acción pastoral».
Resumiendo sus contenidos, los firmantes del “Pacto de la Catacumbas” de ayer y de hoy están a favor de la abolición de toda pompa y riqueza, tanto en el culto divino cuanto en la vida de la sociedad, y se niegan a ser llamados por vía oral o por escrito con los títulos propios a su dignidad (Eminencia, Excelencia, Monseñor …). «Ni oro ni plata», dicen.
Un compromiso ecológico
A esto, hoy agregan un compromiso ecológico:
«Asumir, ante la extrema amenaza del calentamiento global y el agotamiento de los recursos naturales, un compromiso de defender en nuestros territorios»…amenazados «por la violencia de un sistema económico depredador y consumista».
Esta mentalidad ya había sido denunciada en 1960 por Plinio Corrêa de Oliveira, en su libro “Reforma Agraria – Cuestión de conciencia”, bajo el expresivo epíteto de “complejo de simplismo”.
Allí afirmaba que la Iglesia «no ignora la debilidad humana. Pero tampoco la exagera». Y también que
«las magnificencias de la naturaleza y del arte, bien utilizadas por el hombre temperante, constituyen medios para elevarlo a Dios. Sin lugar a dudas ellas fueron utilizadas en este sentido por muchas personas que vivían en medio del más requintado lujo, y hoy están en la gloria de los altares: papas, reyes, cardenales, príncipes, nobles y otros grandes de la Tierra».
El mensaje del “Pacto de las Catacumbas”, por el contrario, es un llamamiento a la eliminación de los ambientes religiosos de la pompa y de la civilización, y una invitación implícita a sumergirse en la vulgaridad gris del miserabilismo communo‒tribal.
Alguien objetará:
¿la Iglesia no recomienda la penitencia y el abandono de los bienes de la Tierra? ¿No lo hicieron tantos que, para santificarse, dejaron todas estas cosas?
Ciertamente, la Iglesia ha recomendado a los hombres la abstención, a modo de penitencia, de los bienes de este mundo. La necesidad de la penitencia no es el resultado de ningún mal que exista en estos bienes, sino del desorden de la naturaleza humana como consecuencia del pecado original y de los pecados actuales.
De ello se desprende que, si el hombre debiera alejarse de todo cuanto para un alma equilibrada es ocasión remota, y no próxima, de pecado, sería la muerte de la cultura y de la civilización.
Sobre este tema, leer: Los objetos preciosos y la doctrina católica
O sea una lacra gramsciana progresista, una inmundicia comunista minando la verdadera Iglesia.
Que urgente hace falta una Inquisición!!!