Se llamó Civilización Cristiana a una luminosa realidad, hecha de un orden y de una perfección más sobrenatural y celeste que natural y terrestre, producto de la cultura cristiana, la cual a su vez es hija de la Iglesia Católica.
Por cultura del espíritu podemos entender el hecho de que determinada alma no se encuentra abandonada al juego desordenado y espontáneo de las operaciones de sus potencias ‒inteligencia, voluntad, sensibilidad‒ sino que, por el contrario, por un esfuerzo ordenado y conforme a la recta razón, adquirió en estas tres potencias algún enriquecimiento: así como el campo cultivado no es aquel que hace fructificar todas las semillas que el viento caóticamente deposita en él, sino que, por efecto del trabajo recto del hombre, produce algo útil y bueno.
En este sentido, la cultura católica es el cultivo de la inteligencia, de la voluntad y de la sensibilidad según las normas de la moral enseñada por la Iglesia. Ella se identifica con la propia perfección del alma. Si existe en la generalidad de los miembros de una sociedad humana (aún cuando en grados y modos acomodados a la condición social y a la edad de cada cual), será un hecho social y colectivo. Y constituirá un elemento ‒el más importante‒ de la propia perfección social.
La Civilización Cristiana – La cultura Cristiana
Civilización es el estado de una sociedad que posee una cultura y que creó, según los principios básicos de esta cultura, todo un conjunto de costumbres, de leyes, de instituciones, de sistemas literarios y artísticos propios.
Una civilización será católica, si fuera la resultante de una cultura católica y si, por ende, el espíritu de la Iglesia fuera el propio principio normativo y vital de sus costumbres, leyes, instituciones, y sistemas literarios y artísticos.
Si Jesucristo es el verdadero ideal de perfección de todos los hombres, una sociedad que aplique todas Sus leyes tiene que ser una sociedad perfecta, y la cultura y la civilización nacidas de la Iglesia de Cristo tiene que ser forzosamente, no sólo la mejor civilización, sino la única verdadera.
Lo enseña el Santo Pontífice Pío X: “No hay verdadera civilización sin civilización moral, y no hay verdadera civilización moral sino con la Religión verdadera” (Carta al Episcopado francés del 28-VIII-1910). De donde se infiere con evidencia cristalina que no hay verdadera civilización, sino como derivación y fruto de la verdadera Religión.
El ideal Cristiano de perfección social
Si admitiéramos que en determinada sociedad la generalidad de los individuos practica la Ley de Dios, ¿qué efecto se puede esperar para la sociedad? Eso equivale a preguntar: si en un reloj cada pieza trabaja según su naturaleza y su fin, ¿qué efecto se puede esperar para el reloj? O, si cada parte de un todo es perfecta, ¿qué se debe decir del todo?
Si hoy en día todos los hombres practicasen la ley de Dios, ¿no se resolverían rápidamente todos los problemas políticos, económicos, sociales, que nos atormentan? ¿Y qué solución se podrá esperar para ellos mientras los hombres vivieren en la inobservancia habitual de la Ley de Dios?
“Catolicismo” n°1, Enero de 1951 “A Cruzada do seculo XX”