El futuro Papa San Pío X desarrolla el verdadero concepto de la pobreza evangélica. Ele sermón es particularmente digno de nota porque contraría falsas nociones que circulan entre los católicos incluso hoy en día.
En 1858, con sólo 23 años de edad, el seminarista Giuseppe Melchiore Sarto, futuro San Pío X, fue ordenado sacerdote y designando para la parroquia de Tombolo. Esa parroquia contaba con 1500 almas, en la región del Véneto, en Italia.
El elogio de una persona rica
Ejerciendo su munus sacerdotal en esa parroquia, hizo el elogio fúnebre de una señora rica, gran bienhechora de la Iglesia ‒Isabel Viani‒ quien falleció entonces.
El futuro Santo desarrolla en ese sermón el verdadero concepto de la pobreza evangélica. Ese sermón es particularmente digno de nota porque contraría falsas nociones que circulan entre los católicos incluso hoy en día.
No pudiendo transcribir aquí en su íntegra su bello panegírico, me limito a la parte en que trata del concepto de la probreza cristiana. Nótese que la señora fallecida era muy rica. Los subrayados son míos.
Pobreza y esplendor: extremos armónicos en el firmamento de la Iglesia
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La verdadera noción de pobreza evangélica
«Y no extrañéis, Señores, si os afirmo que ella fue pobre (…). En medio de tantas especies de pobreza que vemos sobre la Tierra, no hay sino una digna de los carismas celestes, capaz de conquistar la estima y el amor de las almas virtuosas y perfectas.
«No pretendo aquí comentar aquella necesaria e inevitable falta de bienes a que son condenados todos los que nacen en familias necesitadas, en las cuales faltan todos los medios para mejorar su estado. Esas, para ser dignas de alabanza, deben con paciencia transformar en virtud la inevitable necesidad.
«No hablo tampoco de aquellos que vemos errar por las calles y que, debajo de sus harapos de pobres, esconden riquezas de deseos.
«Hablo sí de aquellos que siguen la ley del espíritu y de la verdad, que no exige el sacrificio material y efectivo de sus bienes. Hablo sí de aquellos que, en la abundancia de todas las cosas, renuncian moralmente con el afecto y con la voluntad a cuantos bienes puede ofrecer la Tierra.
«Esta es la pobreza que tiene origen en los ejemplos y en la doctrina de Jesucristo. Pobreza que, en el Sermón de la Montaña, obtuvo, entre las bienaventuranzas, el primer lugar y las primeras honras (*).
«Pobreza que, con su gracioso aspecto, supo cautivar la gran alma de Isabel Viani, que durante toda su vida no tuvo un solo acto de complacencia, y diré mejor, una sola mirada para su grandeza terrena» (D. Fray Vitorino Facchinetti, O.F.M, Pío X, Editora Vozes, Petrópolis, 1945, p. 73).
(*) El Padre Sarto se refiere aquí a la bienaventuranza expresada en el Evangelio de San Mateo (5,3): «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos».