“¿Puede llamar la atención que quien es capaz de asesinar a un inocente, sea capaz también de profanar la Catedral?”
Este breve comentario realizado en Twitter resume muy bien lo ocurrido en la Catedral de Santiago.
En realidad, el ánimo homicida de los abortistas no se detiene ante nada. Menos aún ante los símbolos y los lugares sagrados, como es una Misa en la principal iglesia de la Capital de Chile, en la cual se celebraban los 452 años de la Fundación de Santiago y del santo que le dio el nombre.
Sin embargo, el hecho no dejó de escandalizar al público chileno.
En principio, los manifestantes se decían favorables a que “la mujer pueda optar” por hacer un aborto. Lo que ellos no querían decir, pero sus actos lo demostraron de modo evidente, es que ellos no permiten ni toleran que alguien pueda sostener que la vida es sagrada desde la concepción hasta su muerte natural.
Y como la doctrina católica es aquella que más sólidamente se opone al aborto y defiende el derecho sagrado a la vida, entonces ella debe ser reducida al silencio por medio de la agresión.
De este modo quedó de manifiesto en la profanación de la Catedral de Santiago que los supuestos liberales y “pro‒opción”, entienden la libertad sólo como el derecho de matar.
El hecho ocurrido no deja de ser condenable desde todos los puntos de vista.
Pero, a pesar de todos sus aspectos condenables, existe uno que no deja de ser positivo. El odio con que los abortistas procedieron dejó patente la intolerancia agresiva y dictatorial de sus métodos y fines.
Acción Familia, junto con formular un acto de desagravio a Dios y a la Iglesia por el atentado sacrílego, hace votos para que todos los católicos saquemos una lección de lo ocurrido: Quien es capaz de matar a un inocente no nacido, es capaz de cometer todos los otros crímenes.
Santiago, 26 de Julio de 2013