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Las tomas de los colegios por parte de algunos alumnos durante las semanas pasadas nos han sugerido algunas reflexiones sobre la necesidad de que los padres de familia establezcan límites y criterios de disciplina en la educación de sus hijos.
No quiere decir que ellos transformen la disciplina en el principal objeto de la educación. Al contrario, los padres deben saber estimular los aspectos propios de la personalidad de sus hijos para su pleno desarrollo.
¿Le dijo Ud. alguna vez a su hijo, fuerte y bien golpeado, ¡Basta!? ¿Le estableció límites que no se pueden pasar? ¿Le dijo NO a un capricho que le pedía? ¿Le estableció reglas claras que él debe cumplir? ¿Le advirtió de las sanciones que sufriría si no las cumplía? ¿Las hizo cumplir o sólo quedó en amenazas? ¿Se preocupó de que él sintiese que ésas no eran imposiciones arbitrarias y tajantes, sino que eran nacidas del cariño que siente por él y del bien que le desea?
Si Ud. hizo todo eso, difícilmente su hijo estará entre los que esta semana pasada se tomaron los colegios, rompieron las instalaciones de los liceos, introdujeron cajas de vino, tiraron bombas molotov, amenazaron con no entregar los colegios y de retomarlos una vez recuperados y realizaron un vasto elenco de actividades que distan mucho de ser estudiantiles.
Estamos lejos de afirmar que los jóvenes que hicieron todo esto fueron forzosamente educados por sus padres de modo permisivo y tolerante; pues, de acuerdo a información de prensa, la mayoría de los padres de los colegios en toma, no está de acuerdo con ella.
Sin embargo, lo que estamos diciendo es que fácilmente un niño que se acostumbra a nunca ser contrariado en nada, a siempre seguir sus caprichos, a ver atendidos todos sus pedidos, a no cumplir horarios, a usar la ropa que quiere y cómo quiere, o a no usarla; ese niño fácilmente pasa a ser un estudiante “carne de cañón” de los ideólogos que promueven las tomas.
De ahí la importancia de que los padres de familia sepan establecer en su casa las normas de respeto y disciplina que después ayudará a sus hijos a discernir las actitudes que deben tomar ante las circunstancias concretas que ellos deban enfrentar.
Quizás algún auditor nos objete a estos comentarios que, si bien es cierto que es necesario establecer normas de educación, es bueno también que los jóvenes sepan manifestar sus ideales e inquietudes y que los jóvenes que se tomaron los colegios estaban manifestando sus legítimos deseos.
Concordamos enteramente con nuestro objetante en que los jóvenes deben tener ideales y deben querer manifestarlos. Más aún, pensamos que mucha razón tenía el literato francés Paul Claudel al decir que “la juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo”. Y naturalmente que el heroísmo es fruto de ideales y de anhelos propios de los jóvenes.
Sin embargo, comencemos por decir que “el fin no justifica los medios”. Sin entrar a considerar los fines de las tomas, por lo demás bastante nebulosos y utópicos, el medio debe ser siempre lícito y proporcionado.
Los hechos de violencia manifiesta, los enfrentamientos de encapuchados con carabineros, las bombas molotov, etc. nunca podrán constituir medios propios para alcanzar ningún fin, por más honesto que éste sea.
Más aún, cuando al mismo tiempo en muchos de los colegios tomados se debían realizar las pasadas primarias para escoger los candidatos a la Presidencia. Es decir, los canales institucionales para optar por las soluciones pacíficas y legales a las reivindicaciones de los estudiantes en toma.
Esta situación nos hace recordar el conocido refrán del perro del hortelano, “no come ni deja comer”.
De acuerdo a una encuesta realizada recientemente a jóvenes de 18 a 29 años, al ser consultados por su participación en las pasadas elecciones municipales de 2012, el 71% de ellos confesó que no fue a votar. De hecho, es probable que esa baja participación esté vinculada a las mismas razones que dieron esta vez para no votar en las primarias: no tienen interés en la política (47%) y no hay ningún candidato que realmente los represente y al cual prefieran (18%).
Esta suerte de «desconfianza juvenil organizada» está en la base de la proliferación y fortalecimiento de los movimientos sociales de los últimos años, que para muchos jóvenes han pasado a ser único mecanismo legítimo de expresión social. Para ellos, la participación o adhesión a una marcha parece más valorada que el voto.
Ahora bien, precisamente ahí está el comienzo del problema. Cuando se desconfía enteramente de los mecanismos sociales establecidos para canalizar libremente el derecho de expresión de cada uno, se cae fácilmente en aceptar otros mecanismos fuera de los legales, entre los cuales el más fácil es el recurso a la violencia.
Ud. me podrá preguntar, ¿qué se debe entonces hacer para aumentar la credibilidad del sistema representativo en los jóvenes de hoy?
Ésta es una tarea de largo aliento de todos los que tienen responsabilidades, comenzando por los padres de familia, los propios candidatos a cargos públicos y en general la sociedad en su conjunto.
Los candidatos y políticos deben saber atraer al mundo juvenil, primero mostrando que sus anhelos no representan el mero interés de un Partido político de acceder al Poder Público, o ambiciones personales, sino el anhelo de implantar las soluciones a los problemas que aquejan a la vida social de la nación. Es decir, mostrar palpablemente que lo que buscan es sobre todo el bien común.
Esto significa que deben dejar de lado de modo permanente las rencillas politiqueras, abandonar las ambiciones meramente personales, las rivalidades, los resentimientos por los cuales muchas veces el supuesto bien individual se impone sobre los intereses nacionales, en especial los que se refieren a las conveniencias espirituales del País, o sea, aquellos que lo harán grande y cristiano.
En segundo lugar, los padres de familia en su labor educativa, deben, junto con establecer los límites a los que nos referimos al comienzo de este programa, saber suscitar en sus hijos el interés por la promoción del bien del País, en especial aquellos que Ud. note más descuidados.
¿Cómo? me preguntará Ud.
Por ejemplo, comentando con ellos asuntos que no sean sólo de interés doméstico, opinando sobre temas de interés más amplio, las medidas del alcalde del municipio donde vive, las noticias que se vio en la TV o que se leyó en el diario, etc. etc.
De este modo sus hijos comenzarán a ver que es interesante preocuparse no sólo del mundo inmediato que los rodea, o del mundo virtual en el cual se encierran, sino también y sobre todo de los asuntos de los cuales depende el futuro de la sociedad en que viven. Y ampliando así su panorama mental, se volverán más sensibles a problemas y soluciones que hoy no los preocupan.
Sabemos que lo que le estamos proponiendo no es un trabajo de fácil solución, ni de corto tiempo y que va contra la corriente. Pero justamente por ello es que debemos comenzar de inmediato.
De lo contario, en vez de una sociedad unida, tendremos bolsones ciegos de descontentos, peleándose unos con otros, por las reivindicaciones egoístas y miopes de los intereses propios e inmediatos, reales o aparentes.
Y éste es un futuro que a nadie puede entusiasmar. Sepamos entonces entusiasmar a los jóvenes con los ideales por los cuales vale la pena vivir. Así ellos sabrán vivir, no para el placer, sino para el heroísmo, y de esos ideales, el primero de todos es el de conocer, amar y servir a Dios.