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Los resultados del último censo entregados recientemente para conocimiento público son verdaderamente preocupantes.
Un censo es para un país, lo que una radiografía es para una persona.
Como todos sabemos, la radiografía indica las patologías que pueden existir en el organismo y corresponde al médico saber detectarlas e indicar el tratamiento necesario para corregirlas o extirparlas si ellas son graves o malignas.
Así también el censo indica las enfermedades sociales de Chile. Es una enorme radiografía que corresponde a todos nosotros conocerla y a las autoridades aplicar las políticas públicas para corregir las patologías graves.
Este censo 2012 indicó una enfermedad seria y que se está transformando en crónica. Se trata de un raquitismo del crecimiento. Chile es un país cuya población no crece, o sea, cada vez nacen menos niños.
Quizás algún lector podrá preguntarnos, ¿pero qué tiene eso de malo, no es acaso síntoma de todos los países desarrollados?
Le respondemos a nuestro supuesto objetante, que el no crecimiento de un país es malo por muchas razones.
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La primera y más evidente es que, si no existe una reposición generacional, los jóvenes de hoy deberán cargar mañana con un lastre desproporcionado a la capacidad de una generación. De este modo el país se transforma en una aspiradora de rentas por parte del Estado para la manutención de los ancianos que pasan a ser la mayoría de la población. Y ningún país en estas condiciones puede progresar.
En segundo lugar, lo natural de esta enfermedad de raquitismo poblacional, es que ella no se limita a no crecer; dentro de poco tiempo, ella se transforma en enanismo, es decir la población en números absolutos comienza a disminuir.
Es lo que señaló el Ministro de Salud, comentando estos resultados del Censo: “Esto nos hace anticipar que a partir del 2018, nuestra población va a entrar en declinación”.
Ahora, cuando un país disminuye de población lógicamente va faltando la mano de obra para atender la vida productiva, lo que obliga a recurrir a mano de obra extranjera. De este modo el país se va llenando de personas socialmente desarraigadas, con otras psicologías y que de Chile sólo les interesa el sueldo que ganan. Este fenómeno ya se instaló en casi todos los países de Europa y ha creado crecientes problemas sociales cuya solución parece por ahora imposible.
Otro perjuicio del decrecimiento poblacional es que las zonas geográficas que no atraen la mano de obra extranjera por tener bajo interés económico, van quedando literalmente “vacías” de población. Y cuando una zona geográfica queda vacía naturalmente ella va siendo “ocupada” por las zonas fronterizas.
Es el caso de los extremos norte y sur de Chile. Principalmente en el Norte, las zonas fronterizas con Perú y Bolivia están disminuyendo de población de modo alarmante. Por su parte ni Perú ni Bolivia sufren este decrecimiento poblacional. Luego, de modo imperceptible, las zonas desocupadas por los chilenos será paulatinamente ocupada por los países vecinos.
A lo anterior se debe agregar que la propia defensa del País se ve resentida por falta de jóvenes aptos para el servicio militar. Esto, que puede parecer exagerado, es sin embargo de tal forma real, que España tuvo que “importar” jóvenes argentinos para hacer el servicio militar por falta de españoles. O sea, la defensa de la propia nación queda entregada a extranjeros.
Por último, un país con disminución de población, decrece lógicamente en energías y empuje para enfrentar las transformaciones de todo tipo que el tiempo impone. Una nación cuya mayoría poblacional está constituida por ancianos se parece más a una enorme casa de reposo. No se puede esperar de ella empuje, progreso y desarrollo.
Aparte de todas estas consideraciones de carácter más bien práctico sobre los perjuicios del no crecimiento poblacional de Chile, existen otras de una naturaleza más alta.
A este respecto, el Profesor de filosofía de la Universidad Adolfo Ibáñez, Dr. José Luis Widow escribió recientemente: “La otra razón por la que, pienso, no tenemos niños es porque casi no tenemos cosas de valor que entregarles. Cuando se ama con desmesura aquello que no alimenta el alma, cuando se valora sólo lo de fuera y el alma queda convertida en un páramo, casi lo único que queda para transmitir a los niños son esos bienes que se agotan en la inmediatez del consumo. Los bienes del alma, ésos que se transmiten en la convivencia y la conversación afectuosa, han ido desapareciendo de nuestro horizonte (…) No tenemos niños porque no tenemos cuentos para contarles”.
En otras palabras, una población decrece cuando no tiene nada que entregarle a la que le sigue, sino bienes perecibles de consumo. Pero como los bienes de consumo para las mentalidades egoístas, son principalmente para provecho individual, el recién nacido es visto como un futuro competidor, al cual hay que cerrarle el paso.
Ahí está el triste origen de la mentalidad anticonceptiva y del decrecimiento poblacional de Chile.
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Probablemente Ud., estimado radioyente, nos podrá preguntar: ¿Entonces qué se debe hacer para revertir este proceso de falta de natalidad?
La respuesta es simple: fomentar la natalidad. Ahora la natalidad entre los seres humanos no se realiza como entre los seres irracionales. Ella es fruto de la más humana de las instituciones: La familia.
Es precisamente entre los esposos comprometidos para toda la vida que brotan, como frutos naturales, los hijos. Es sólo al interior de la familia, que esos frutos podrán encontrar el afecto que los proteja y el ambiente más propicio donde podrán crecer y educarse.
Entonces la mejor forma de revertir la despoblación de Chile es fomentar la familia.
El Presidente Piñera comentó a propósito de los resultados del Censo y de esta baja de población: “debemos proteger a las mamás”.
Tal observación es verdadera; pero la mejor forma de protegerlas es cuidando a la familia como un todo, pues las mamás no deben estar solas o protegidas principalmente por el Estado. Las mamás podrán recibir con alegría a la nueva vida que llega sólo si tienen a su lado su esposo que le dé sustento y cariño.
Por eso las políticas públicas no deben limitarse meramente al post-natal. Ellas deben abordar un amplio marco de protección y respeto a los derechos de la familia natural y prolífica.
Ahora esas políticas deben ser coherentes. Es decir ellas no pueden querer al mismo tiempo fortificar la familia e instituir una forma de familia estéril por naturaleza, como son las uniones civiles homosexuales.
Las políticas públicas incoherentes producen los mismos efectos que los remedios inadecuados. Ellos además de no solucionar los problemas reales, agravan la situación en que el paciente se encuentra.
Sobre este tema hablaremos más largamente en un próximo programa.