Nunca se vio una presión tan universal de la prensa y de todos los líderes de opinión en favor de una persona como la que se realizó en favor de Obama. Se llegó incluso a presentarlo como una especie de nuevo «mesías».
Sin embargo, recién asumido el cargo de Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama pone en manos de los abortistas del mundo entero los inmensos recursos de esa superpotencia. ¿Qué otras sorpresas no tendrán preparadas este personaje tan querido por las izquierdas?
El arzobispo Rino Fisichella, presidente de la Academia Pontificia para la Vida del Vaticano, calificó hoy de «arrogancia» la autorización del Presidente Barack Obama de financiar a organizaciones estadounidenses que practiquen el aborto en el extranjero.
Es la «arrogancia de quien cree que hace lo justo al firmar un decreto que apoya el aborto y por lo tanto la destrucción de seres humanos», denunció Fisichella en el diario italianos Corriere della Sera.
El nuevo Presidente de Estados Unidos derogó el viernes una disposición que prohibía a todas las organizaciones no gubernamentales que benefician de financiación del Estado norteamericano practicar abortos o proporcionar servicios relacionados con la interrupción del embarazo fuera de Estados Unidos.
«Si éste es uno de los primeros actos del presidente Obama, con todos mis respetos, creo que el camino hacia la decepción habrá sido corto«, resumió el arzobispo.
«No creo que los que han votado por él hayan tenido en cuenta las cuestiones que se han dejado de lado de manera tan astuta durante el debate electoral. La mayoría de la población norteamericana no tiene la misma postura que el presidente y su equipo«, estimó Fisichella.
El arzobispo también criticó la autorización el viernes por las autoridades norteamericanas de realizar el primer experimento en un humano con células madre embrionarias humanas, primicia mundial que podría abrir la vía al tratamiento de enfermedades hasta ahora incurables.
«Mi primera impresión es que ha cedido a la presión de las multinacionales del sector. (…) El problema no es científico sino ideológico y económico«, según el presidente de la Academia Pontificia para la Vida.