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Los abusos sexuales a menores de edad es un fenómeno que viene siendo diariamente noticiado en los medios de comunicación. Tales hechos merecen de parte de toda la población un absoluto rechazo.
Sin embargo, hay un fenómeno que concurre poderosamente para que ocurran tales hechos, que es la “sexualización de la infancia”. Y, sin embargo, en relación a este fenómeno, cada vez más notorio y aberrante, no existe un rechazo similar.
Una interesante noticia publicada por El diario “El Mercurio” informa que “un estudio con escolares de 6 a 9 años reveló que la sexualización de su autoimagen es cada vez más precoz”.
La Directora del Knox College de Chicago, Christy Starr, autora principal del estudio, declara: “Nos sorprendió que tantas niñas quisieran parecerse a las muñecas sexy, particularmente entre los 6 y 7 años”.
Por su parte la psicóloga de la Universidad Diego Portales, Paz Valenzuela, afirma: “Creo que si replicáramos este estudio en Chile, encontraríamos una realidad bastante similar”.
La psicóloga chilena señala como una de las principales causas de este fenómeno “la ‘adolescentización’ que estamos viendo en muchas madres y la ‘adultización’ que [éstas] hacen de sus hijas pequeñas, por ejemplo, al elegir la ropa que les compran”, y agrega que “se suma la idealización del cuerpo juvenil sexualizado, que se ve reforzado por los medios y la moda”. ([1]) Así, los adultos se van tornando adolescentes y los niños adultos.
El mismo proceso lo sufren los niños varones, quienes cada vez con mayor precocidad tienden a identificarse con los cantantes musicales rock y estrellas de la farándula.
Así, el sexo se transforma en un peligroso juguete al mismo tiempo que los juguetes son cada vez más “sexuales”.
De este modo se va produciendo un círculo vicioso. Por un lado atenta contra el mundo maravilloso que debe poblar las imaginaciones infantiles y por otro sumerge a los niños en la procacidad de la vida sexual.
Por parte de los adultos, la “adolescentización” impide que asuman su rol de padres de familia, posterga el matrimonio y, en el caso de los que se casan, posterga el nacimiento de hijos.
La sociedad en su conjunto va queriendo parecerse a un o a una joven sexy, ofreciendo un panorama que resulta triste ver en los niños y ridículo en los padres.
¿Cómo extrañarse entonces que abusos de pedofilia ocurran cada vez con más frecuencia?
Siembra vientos y cosecharás tempestades…
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[1] Cf. “Niñas aspiran a verse sexies incluso a los 6 años, igual que sus muñecas” “El Mercurio”, 22 de julio 2012.