Cada pueblo elabora un solo arte, una sola cultura y en ella florece mientras existe. El mayor tesoro natural de un pueblo es la posesión de su propia mentalidad, de su propia cultura.
En el mes de la Patria
La Iglesia predicó siempre el patriotismo como un deber sagrado.
Los lazos que la naturaleza estableció entre los hombres de un mismo país, como son la comunidad de sangre, de lengua, de índole, de tradiciones, de costumbres, de aptitudes, etc., crean lazos afectivos especiales, que nos obligan a una caridad particular hacia nuestros compatriotas. A esto se añade la serie de obligaciones que debemos al Estado, como consecuencia forzosa de los beneficios que de él recibimos. De un modo general, estas circunstancias, que son inseparables de la naturaleza humana, y que fueron por lo tanto queridas por Dios, Autor de la naturaleza, nos obligan a una solidaridad especial hacia nuestro país.
Sin embargo, si esos sentimientos naturales se desvirtúan y se transforman en una mera expresión de egoísmo y de pasión, el patriotismo se corrompe en un criminal imperialismo, o en una estatolatría perfectamente pagana.
Una de las notas características de la moral católica, es que ella no recomienda apenas el amor al bien, sino que enseña que cada virtud, directamente considerada, debe ser amada dentro de ciertos límites, bajo pena de transformarse en un defecto. ¿Cuáles son estos límites? Los impuestos por otras virtudes más altas. Si nuestro amor a una determinada virtud no esta movido por razones muy verdaderas y muy puras, fácilmente degenera en pasión, y con esto se transforma en un defecto. De ahí la aparición de tantas virtudes que no son sino la caricatura de la verdadera virtud, y perjudican profundamente en el conjunto de la población, la concepción exacta de la auténtica perfección moral.(*)
La mentalidad nacional
El florecimiento de las tendencias nacionales causa al pueblo un gran bienestar físico. La mentalidad nacional inspira la formación de símbolos, costumbres, artes, etc., en los cuales ella se expresa, se define y se afirma; se contempla a sí misma y se fortifica.
Esos símbolos son un patrimonio nacional, una condición esencial para la supervivencia y el progreso espiritual del país. Ellos tienen una consonancia indefinible y profunda con la mentalidad nacional; una consonancia que es natural y genuina, y no puramente ficticia o convencional.
Por esto, habitualmente cada pueblo elabora un solo arte, una sola cultura y en ella florece mientras existe. El mayor tesoro natural de un pueblo es la posesión de su propia mentalidad, de su propia cultura.
* Adaptación de O Legionario 20-01-1940, Plinio Corrêa de Oliveira, “Pacifismo”