Alguien que haya tenido una buena madre, mantendrá el recuerdo paradisíaco de su infancia. Y con la conservación de este recuerdo mantiene la esperanza de llegar al paraíso celestial, donde la Buena Madre nos dará la bienvenida.
La palabra familia indica una pluralidad de personas. Hay una palabra, con un significado especial, que designa a una sola persona: la madre.
Una madre es la quintaesencia de la familia, porque ella es la quintaesencia del amor, la quintaesencia del afecto y, por lo tanto, la quintaesencia de la bondad y misericordia.
Es en contacto con su madre que el niño empieza a entender la bondad inagotable, comienza a entender la gracia inacabable, la consideración y el amor, así como la forma de afecto que dispone la madre al no tener tedio en estar con su hijo. Para llevar a su hijo en brazos, jugar con su hijo, permitir que su hijo corra libremente de un lado a otro; ser interrumpida en incontables ocasiones durante el día con pequeñas preguntas y jugueteos -esta es la alegría de la vida de una buena madre.
Consideraciones de un cardenal sobre las madres
Alguien, que en las primeras etapas de la vida experimentó la alegría de tener una buena madre, entiende que la vida en la tierra puede ser muy difícil. Pero siempre, cuando se acuerde de su madre, mantendrá el recuerdo paradisíaco de su infancia. Y con la conservación de este recuerdo, la persona mantiene la esperanza en el paraíso celestial, donde la Buena Madre nos dará la bienvenida.
Trecho tomado de una charla informal en la fiesta de María Auxiliadora de los Cristianos, 24 de mayo de 1995. Ha sido traducido y adaptado para su publicación sin revisión del autor.