“El chantaje de Putin. El gas se dispara»; «la economía italiana colapsará»; “una gran tormenta global”, advierten los diarios italianos. Todos los medios dedican un amplio espacio a la crisis energética -y por tanto económica- que se avecina, provocada por el cese del suministro de gas y petróleo. Lo repentino y enorme de la crisis es desconcertante y sugiere que hay algo más profundo.
Ser ciego puede costar caro. No me refiero, por supuesto, a la ceguera física, de la que la persona no tiene culpa y que, vivida con resignación y espíritu elevado, puede transformarse en instrumento de desarrollo humano e incluso de santificación. Me refiero a la ceguera intelectual y moral consciente y voluntaria que lleva a las personas y a las sociedades a tomar malas decisiones que, al final, pasan factura. En los últimos meses, una de las mayores cegueras de Europa está pasando una factura muy elevada.
El chantaje de Putin y la crisis energético-económica
“El chantaje de Putin. El gas se dispara», titula el Corriere della Sera, «la economía italiana colapsará». “Los italianos sufrirán con el gas”, informa a su vez La Stampa, citando a la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú, Maria Zakharova. «La energía cara hunde Italia», es el título de Il Tempo, de Roma. “Una gran tormenta global”, advierte el diario Libero.
Todos los medios dedican un amplio espacio a la crisis energética -y por tanto económica- que se avecina, provocada por el cese del suministro de gas y petróleo como represalia por las sanciones con las que se golpeó a la Federación Rusa tras la invasión de Ucrania. Nos guste o no, Europa hoy depende de Rusia para el 61% de su gas y el 27,5% de su petróleo. Si Moscú cierra el grifo, Europa queda congelada, literalmente.
Hace unos días, en una entrevista con Radio 24, el presidente de Confindustria Lombardia, Francesco Buzzella, anunció que el 70% de las empresas italianas corren riesgo de cierre por el alto precio de la energía. Los empresarios, de hecho, no pueden trasladar todo el aumento del costo de producción a los clientes. Lo poco que se ha hecho ya ha llevado la inflación a 8,4% anual, afectando así a toda la canasta de consumo.
El hombre-saúva y la entrega de Occidente
Un reportaje de Fox News, titulado “Back to the Dark Ages”, informa que más del 70% de los restaurantes en Gran Bretaña se encaminan a la quiebra, mientras que Francia ha anunciado un fuerte racionamiento energético, como en tiempos de guerra, y en Polonia las familias están almacenando carbón para hacer frente al invierno. “Volvemos a los tiempos de la segunda guerra”, se quejó un anciano granjero.
Una crisis enorme y repentina
Lo repentino y enorme de la crisis es desconcertante y sugiere que hay algo más profundo.
¿Cómo es posible, por ejemplo, que hace dos meses Francia fuera un gran exportador de energía y hoy se esté preparando para una economía de guerra? ¿Cómo es posible que, hasta hace unas semanas, Estados Unidos era autosuficiente en petróleo, y hoy le toca mendigar a Venezuela? ¿Cómo es posible que Alemania, a pesar de que tiene una vasta red de plantas de carbón recientemente cerradas, acaba de reactivar una?
Su artificialidad
Es difícil evitar la impresión de que, al menos en algunos aspectos sustanciales, esta crisis tiene algunas connotaciones de artificialidad. Como si a alguien le conviniera empujar a nuestra sociedad hacia la «edad de las tinieblas», o al menos hacer brillar esta posibilidad.
¿Quién sabe, por ejemplo, los mecanismos que mueven la ahora infame Bolsa de Gas de Amsterdam, el Fondo de Transferencia de Títulos Holandeses, que decide sobre el precio del gas en Europa? ¿Quién puede explicar realmente por qué Italia no activa sus numerosos pozos de gas, por ejemplo, en el mar Adriático? En Italia hay 1.298 pozos productores de gas natural. De estos, sólo 514 son “productivos”, el resto, es decir, el 66%, son “activos pero no productivos”. Italia podría triplicar su producción de gas natural en unos meses. ¿Por qué no se ha implementado un plan en ese sentido?
Hace treinta años en Italia se extraían hasta 20 mil millones de metros cúbicos de gas natural al año, pero por muchas razones esta cifra se ha reducido a alrededor de una sexta parte. Sobre todo, el Pitesai (Plan para la transición energética sostenible de áreas aptas), el programa lanzado por el primer gobierno Conte, como estrategia alternativa a la perforación para la exploración y producción de metano, ha frenado el desarrollo y la producción nacional.
Se podrían hacer consideraciones similares con respecto a otros países europeos.
Una ceguera culpable
Lo que queremos señalar, sin embargo, es el factor principal que nos llevó a esta situación, y que mencionamos al principio: la ceguera culpable de nuestros gobernantes. Esta crisis era perfectamente predecible y, por tanto, evitable.
Ya en 1972, varias voces autorizadas, entre ellas la de Plinio Corrêa de Oliveira, advertían que Europa se estaba embarcando en el camino del suicidio energético, y por lo tanto político, poniéndose en manos de la URSS para el abastecimiento de petróleo y gas. “Europa es un Aquiles que tiene no uno sino dos talones vulnerables”, escribió el pensador católico brasileño en julio de 1972. Y prosiguió: “Un talón es el petróleo y el gas de origen soviético así como de países más o menos árabes comandados desde Moscú. Si, en algún momento, Rusia corta el suministro de gas y petróleo, podría paralizar gran parte de la industria y el transporte en Europa”.
Plinio Corrêa de Oliveira comentaba un editorial del New York Times escrito por C.L. Sulzberger, en el que el conocido periodista advertía: “Es innegable que Europa Occidental se está volviendo, de forma cada vez más irreversible, dependiente de la buena voluntad de Moscú para su seguridad y progreso económico”. Todo comenzó en 1964, con el oleoducto Druzhba que, partiendo de Siberia, abastecía a algunos países de Europa del Este, pero también a Alemania y Austria. En 1972, el sistema de transferencia de gas de Siberia Occidental – Europa Occidental ya estaba operativo.
Una política resultante de la «distensión» con la URSS
Esta situación fue el resultado de la política de distensión hacia la URSS que, parafraseando a Churchill, consistía en alimentar al oso con la esperanza de ser comido el último. La política reflejada entonces, en el campo eclesiástico, por la notoria Ostpolitik. Se empezaba a vislumbrar el riesgo de que Europa se «finlandizara», expresión de la jerga política de la época para describir a un país en una situación similar a la de Finlandia, es decir, soberano en el papel pero totalmente dependiente de la Unión Soviética. Mientras que los más previsores propusieron una actitud más firme para proteger a Europa, los defensores de la distención y la Ostpolitik aconsejaron en cambio duplicar la ración para el oso…
Se agrava la dependencia
Esta dependencia se agravó aún más en 1982 con la construcción del gasoducto Yamal, un megaproyecto de 45.000 millones de dólares para exportar gas siberiano a Europa occidental. Plinio Corrêa de Oliveira llamó a este gasoducto «una inmensa cuerda de acero con la que Moscú podría estrangular tanto a Europa occidental como oriental, dado que ambas dependerán en gran medida del gas soviético para hacer frente a los rigores del invierno».
Las críticas a estos proyectos llovieron desde Estados Unidos durante varias administraciones, tanto republicanas como demócratas. Con razón, a los estadounidenses les preocupaba que el estrechamiento de los lazos energéticos entre Rusia y Europa presagiara una creciente dependencia de la Unión Europea del gas ruso y, en consecuencia, un debilitamiento geopolítico del Viejo Continente a favor de Moscú. ¡Inútil! Por razones que solo los habitantes del Walhalla político pueden entender, los líderes europeos optaron por ponerse la cuerda de acero alrededor del cuello.
A este ritmo, en octubre de 2000, la Unión Europea firmó una colaboración energética con el presidente ruso Putin para construir el Gasoducto del Norte de Europa, también conocido como North Stream, con un costo de 6.500 millones de euros, obviamente financiado por la UE. Con esto, Europa en su conjunto pasó a depender aún más directamente de las buenas relaciones con Rusia para un suministro de energía seguro. Estos dos hilos de acero alrededor de nuestro cuello no fueron suficientes, ahora también tenemos el North Stream 2.
¿Extrema debilidad o sometimiento?
Y aquí estamos ante la crisis de Ucrania a principios de invierno y, por tanto, en una situación de extrema debilidad, casi diría de sometimiento.
por Julio Loredo
Toda esta situación de Europa, sólo le beneficia al globalismo.