Tiempo de lectura: 2 minutos
«Ad majora natus sumus«. Hemos nacido para cosas mayores.
Desde que el mundo es mundo, la especie humana ha debido luchar por su supervivencia. La necesidad es la condición normal del ser humano, y tratar de satisfacerla, uno de los instintos más fuertemente enraizados. Pero, hoy, algo extraordinario se ha producido en el mundo desarrollado. Por primera vez en la Historia, las sociedades como un todo están confrontadas a problemas no más de penuria, sino de sobreabundancia.
Vivimos, hasta ahora –no sabemos qué modificaciones podrá traer la crisis financiera actual– en una economía de excedentes donde casi todos los sectores de actividad, antiguos y nuevos, sufren de una sobrecapacidad. Hay tantos automóviles en circulación que casi ya no hay espacio para conducirlos. Tenemos tanto para comer que sufrimos de una epidemia de obesidad. Hay tantas cosas para comprar, para ver y para hacer, que no encontramos tiempo para disfrutarlas. Nos entusiasmamos por un momento con el nuevo celular, ipod o ipad, para dejarlo de lado y correr a adquirir el más reciente «avance» tecnológico.
La verdadera felicidad sólo nace de la Verdad
¿Demasiado de todo? Esa era la utopía que nuestros antepasados perseguían, sin gran esperanza de conseguirlo. ¿Entonces, por qué no somos netamente más felices?
De hecho, las «encuestas sobre la felicidad» realizadas hace algún tiempo en Estados Unidos, Gran Bretaña y en Europa continental muestran que el nivel de felicidad frecuentemente ha disminuido en el curso los 30 últimos años.
El verdadero y permanente problema del hombre es pensar que encontrará su felicidad en los bienes materiales.
«Ad majora natus sumus». Hemos nacido para cosas mayores.
San Agustín, en sus célebres Confesiones, dice dirigiéndose a Dios: «Nos criasteis para Vos, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Vos».