Uno de los objetivos de los organizadores del reciente Paro Nacional convocado por la CUT, el Colegio de Profesores y la Confederación de Estudiantes (Confech), era el posterior llamado a un plebiscito nacional.
Lo que sus promotores no calculaban –o no decían– era que el propio Paro significaría por sí mismo un plebiscito. Si éste fuese acatado por la mayoría de la población nacional, los convocantes podrían argumentar que el País había manifestado su voluntad de que, realmente, “Chile debe ser distinto”.
Sin embargo, por las mismas razones y en sentido opuesto, el No Paro, o el fracaso cuantitativo del Paro, de igual modo representa un resultado plebiscitario. Máxime tomando en cuenta la gran convocatoria que tuvo el llamado al Paro-Plebiscito.
La unanimidad de los partidos políticos de la Concertación, (con los característicos zigzagueos de la DC); el respaldo de la Confech, en plena movilización estudiantil; el colegio de Profesores, con su presidente Martínez a la cabeza, y el aparato de la CUT, con respaldo de las organizaciones sindicales de América del Sur, cuyos representantes vinieron a Chile a hipotecar su apoyo; todos estos esfuerzos se sumaron para dar envergadura a la convocatoria.
A lo anterior se le debe sumar la enorme cobertura mediática, nacional e internacional, que hacía ver a Chile como un volcán en vísperas de la explosión, fruto de la “deuda social” no atendida por el actual Gobierno y remota herencia del Gobierno Militar.
Sin embargo el Paro no alcanzó los objetivos esperados. Sobre su resultado concreto, es decir el 98% de asistencia laboral, conviene destacar algunos puntos.
En primer lugar, los hechos demostraron lo contrario de lo que esperaban los organizadores. Las marchas no tuvieron el carácter multitudinario que esperaban: ¿qué significan 50.000 participantes en Santiago –según información oficial– frente a una población de seis millones?
De acuerdo con información periodística, “los trabajadores que se desempeñan en las industrias más intensivas en mano de obra trabajaron normalmente: el Transporte no paralizó; el retail tampoco lo hizo; la banca no adhirió al paro (…); la construcción trabajó normalmente; el cobre lo mismo, la industria no paró, y los portuarios no paralizaron. Los empleados públicos y los profesores, sí. (“El Mercurio”, 26 de agosto de 2011).
Esta NO participación fue una clara manifestación de la voluntad nacional. Ella indicó precisamente lo contrario de lo que decían o insinuaban los organizadores del Paro. El impreciso slogan “Chile debe ser distinto” no consiguió interpretar la voluntad nacional, porque los chilenos no quieren un País “distinto”. Menos cuando los que postulan esa “diversidad” pertenecen al PS y al PC.
Lo que la presencia de los trabajadores en sus puestos labores indicó es obviamente que los chilenos quieren que el País mejore, y entienden que para obtener tal mejoría se debe trabajar más y no dejar de trabajar.
En segundo lugar, los organizadores se equivocaron al pensar que el apoyo obtenido por el movimiento estudiantil era una señal de que el País estaba a punto de estallar. Las manifestaciones estudiantiles tuvieron un relativo apoyo en la medida en que ellas fueron pacíficas y postulaban un objetivo aparentemente “simpático”, una educación de calidad y a un precio bajo o nulo.
Otro aspecto que quedó manifiesto con la baja concurrencia al Paro, fue la separación del Chile real con el Chile aparente. El hombre de trabajo, la dueña de casa, el profesional, los mismos jóvenes que se manifestaron en los días pasados, no se sienten interpretados, ni por los líderes sindicales, ni por los dirigentes políticos. Estos últimos son vistos como una camarilla de aprovechadores de los cargos que ostentan.
El banquete de langostas y Chivas Regal organizado en fecha reciente por el Presidente (de facto) de la CUT Martínez, le pasó una pesada cuenta en esta oportunidad. El prestigio del supuesto “trabajador idealista y sacrificado” se esfumó.
Pero no sólo él tuvo que pagar la cuenta del desprestigio. Un comentario a las noticias nacionales enviado por un lector del diario “La Tercera”, sintetizaba de forma muy gráfica esta realidad: “Lo más notable es que este paro lo organiza un dirigente que no trabaja, un profesor que no enseña y una estudiante que no estudia”.
Otro aspecto importante del resultado del Paro es constatar que, por detrás de esta falta de adhesión, hay también un temor del chileno medio a repetir la confrontación violenta de las décadas de los 60 y 70. El espectro de la UP, con sus colas frente a los comercios, con los actos de violencia y con la impunidad del crimen, con las “expropiaciones” efectuadas por terroristas, está aún presente en muchos de los que lo vivieron y de muchísimos que lo oyeron contar de sus mayores.
Resumiendo: el Paro Plebiscito indicó que Chile rechaza las movilizaciones violentas, mantiene un deseo de progreso ordenado y fruto de esfuerzo personal, desconfía de los líderes y mantiene presente el recuerdo de los años pasados.
Los actos de violencia indicaron, por su parte, que persiste una izquierda “dura” e inescrupulosa, fuertemente organizada, que se aprovecha de todas las circunstancias para marcar su presencia y hacer su propaganda, pero que no es lo suficientemente fuerte como para constituir una alternativa política.
Este resultado plebiscitario es importante para conocer al País real y para no dejarse encandilar por el País aparente. El resultado debe ser tomado en cuenta tanto por el Gobierno cuanto por sus opositores.
Pero debe ser tomado en consideración sobre todo por aquellos a quienes la izquierda trataba de impresionar e intimidar. Porque son precisamente ellos a quienes les corresponderá defender a Chile en el futuro próximo.