El mundo de hoy anda muy agitado. Esa agitación parece proceder de una frustración profunda. ¿Cuál es la causa de esa frustración? ¿Qué espera la gente de la vida?
El mundo anda muy agitado. Esa agitación parece proceder de una frustración profunda.
¿Cuál es la causa de esa frustración? ¿Qué espera la gente de la vida?
Una de las ilusiones que crea el mundo moderno, es que la felicidad estaría en la obtención de ciertas cosas, o en precaverse contra ciertos dolores físicos.
Sabido es que las cosas materiales no pueden satisfacer enteramente al hombre. En primer lugar la sed de placeres –como los vicios– es insaciable, pues la persona siempre quiere más. Por otro lado la persona ve que las cosas no son lo que a primera vista parecen. Finalmente la persona carga con una especie de decepción, pues aquellos bienes materiales, de los cuales hizo un absoluto, no le proporcionaron lo que esperaba.
La felicidad y los bienes materiales
En realidad la felicidad está en la degustación de los valores espirituales.
Sin embargo, hoy en día ocurre lo contrario: el deseo de las cosas espirituales y de lo maravilloso desaparece, y la vida se transforma en el disfrute apegado y enfermizo de unas pequeñas cosas materiales, y con el pánico siempre presente de perder aquellas cosas. Aparece así la civilización del materialismo. Las personas se afanan por la obtención de cosas materiales, olvidando la obligación que tienen de utilizar esas cosas para el servicio y la gloria de Dios.
Así el hombre no se da cuenta de que su mayor enemigo es el egoísmo. Aquí está la clave para entender la angustia del hombre contemporáneo, sus causas y cómo salir de ella: donde entra el amor exagerado de sí mismo, no existe felicidad. Y la civilización que nos rodea es la civilización del egoísmo.
Cada uno cuida de sí mismo, en primer lugar y por encima de todo. Se desprecian doctrinas, principios, se desprecia la belleza, de tal manera que la palabra “ideal” parece cada vez más remota y sin resonancia, y significa cada vez menos para los hombres. Cuantas veces se escucha por ahí: “la salud es lo que importa”, “la seguridad ante todo”, etc. La persona se dice a sí misma: “Mira, en último análisis, para cuidarte, nadie mejor en el mundo que tú mismo”.
¿Esa persona es feliz? No lo parece.
La felicidad no puede estar en el desorden ni en el frenesí, sino en la armonía.