Con su habitual perspicacia y profundidad de pensamiento, escribió Plinio Corrêa de Oliveira:
«Los frutos de la apostasía son peores que los del paganismo. Porque puede no haber culpa en ignorar la verdad: hay siempre culpa en repudiarla.» (Catholic Magazine, Julio 1952).
Encontré una ilustración adecuada de esta verdad en un rico catálogo de la famosa casa de subastas de arte Christie, que me fue enviado por un amigo que reside en Francia.
Entre las muchas obras que ofrece el catálogo, dos son especialmente destacadas.
La primera es un joyero hermoso procedente de la antigua China hecha, por lo tanto, sin la influencia del cristianismo.
La otra es una pintura al óleo, de arte moderno, de un pintor español del siglo XX.
La cajita se describe en el catálogo así: «Cubierta de bronce dorado, con esmaltes esculpidos y con compartimentos, constituye una obra de arte rara».
Agrada a primera vista el contraste armónico entre los tonos dorados del bronce y los azules y rojos de la laca. Es de un gusto aristocrático que llama la atención.
Por otra parte, el bronce está finamente trabajado. Aunque las figuras representadas en la caja son de inspiración pagana, el conjunto revela delicadeza de expresión y arte precisa.
Se trata de un trabajo realizado en la época del emperador Qianlong de la dinastía Qing, que sucedió a la dinastía Ming en el siglo XVIII. Dos de estas cajas se hicieron para las celebraciones del cumpleaños del emperador o fueron encargadas por él para ser donadas en esa ocasión.
Sería muy deseable que, convertida al Catolicismo y purificada de los paganismos antiguos y modernos, China respetara e hiciera florecer aún más sentimientos de alma tan elevados como los que se revelan en esta obra de arte.
Cuando el esperado triunfo del Inmaculado Corazón de María se extienda también a ella, tales deseos podrán convertirse en realidad.
* * *
Pasemos ahora al neopaganismo moderno. La horrenda figura presentada aquí como arte se titula “Delo”. Su autor es Antonio Saura (1930-1998).
El cuadro carece de todos los elementos de proporcionalidad, belleza y elevación que encontramos en el joyero de la dinastía Qing.
Es propiamente lo que se podría llamar un monstruo.
Sólo con dificultad se disciernen rasgos humanos allí.
Además de los dos ojos completamente deformados, parece existir un tercero en la frente. Lo que sería el arco dental sugiere la existencia de hierros retorcidos; y en la ausencia de la nariz, dos tubos se cruzan de modo innoble.
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La expresión –porque este monstruo tiene expresión– es la de un ser profundamente deprimido, por una desgracia sin nombre que se abatió sobre él y lo transformó en una especie de demonio.
¿A quién le gustaría encontrarse repentinamente con un monstruo así, si por la noche tuviera necesidad de encender la luz en su habitación? Tendría la impresión de que el infierno se abrió y vomitó a ese condenado en la habitación. Para quitarse el susto sería necesario recurrir a un exorcismo.
Es un ejemplo adecuado de cómo el neopaganismo moderno conduce a estados de espíritu mucho peores que los del paganismo antiguo.
Una civilización que rechazó a Jesucristo cae mucho más bajo que otra que no Lo conoció.
Gregorio Vivanco Lopes