Dios quiere ser alabado en toda la escala de los seres creados por El: desde el pavo real hasta la hormiga, que vive en el seno de la tierra, en una especie de catacumba, en la oscuridad completa.
En lo que la hormiga hace de laborioso, de humilde, de continuo, hay algo magnífico. Se diría que el trabajo de la hormiga es profundamente raciocinado; se diría que la hormiga es razonabilísima, porque los hormigueros son hechos con perfección.
Pero, de repente el hombre mira y ve en el aire una de esas mariposas azul-verde y se extasía.
De modo que, si hiciéramos un cuadro de las criaturas que Dios creó, encontraríamos las más diversas perfecciones, desde la perfección de la humildad hasta la perfección de la magnificencia.
Las discretas bellezas de la llama de una vela
Dios quiere ser conocido en todas sus obras.
Las criaturas existen en su variedad, formando colecciones, para mostrar la totalidad de las posibilidades de reflejar a Dios.
Podemos considerar una colección de piedras preciosas. Y lo bonito es que la colección sea tal que refleje todas las posibilidades de ser bella, de ser piedra.
El Koh- Nor (uno de los diamantes más grandes del mundo. Su nombre significa «Montaña de Luz») tiene un brillo, una belleza, que hace pensar fácilmente en el brillo de la inteligencia divina.
Así como Dios creó a los pavos reales, dio al hombre el talento para crear la seda. ¡Cómo es bella una tela de seda de calidad!
El ver las cosas de acuerdo a lo que simbolizan aumenta los horizontes de modo fantástico y une a las almas de modo fantástico también. No se llega a imaginar como sería bello y admirable si todos entendiésemos los símbolos como debemos.
El puente que une lo visible a lo invisible es el símbolo.
Los hombres se entregarían mucho más a la reflexión si percibiesen el valor simbólico de las cosas.