“Nada aprendieron y nada olvidaron”
Se ha dado a conocer un documento de autoría del Presidente del PS, Osvaldo Andrade, en conjunto con el Senador UDI, Pablo Longueira, bajo el título de: «Más y mejor sindicalismo para una mayor equidad«. Tal documento es fruto de conversaciones de ambos con el sacerdote jesuita P. Luis Roblero y algunos políticos y ex dirigentes empresariales.
[columnlayout][columncontent width=»50»]Dado lo heterogéneo del elenco de firmantes y la importancia de la materia, creemos oportuno dar a conocer la opinión de Acción Familia a respecto del Documento en cuestión.
En primer lugar, conviene destacar los 4 presupuestos en que éste se basa:
1.- La pobreza no se vence sino con salarios dignos y participación en la empresa;
2.- Los salarios dignos no se consiguen sino con relaciones más igualitarias en la empresa;
3.- Para que se produzca esa relación de igualdad, los empleados deben sindicalizarse;
4.- En conclusión, la única forma de solucionar la pobreza es el fomento de los sindicatos fuertes.
Tales afirmaciones nos parecen demasiado genéricas y simplistas, además de estar imbuidas de un espíritu que se aleja profundamente del sentido católico del orden social y económico. Ellas parecen apoyarse en los presupuestos, siempre repetidos por el socialismo, de que los empleadores son siempre malos y egoístas y por lo tanto explotadores. Por el contrario, de acuerdo a esa visualización socialista, los empleados son siempre buenos y honestos. El resultado de esta visión de “buenos y malos” es que, para acabar con este círculo vicioso, se debe fomentar los sindicatos.
Hay algunos aspectos fundamentales en el mundo del trabajo que el Documento pasa por encima. El primero de ellos es la licitud moral fundamental del derecho de propiedad privada de los medios de producción. El empresario tiene sobre su empresa un derecho de propiedad que debe ser reconocido como bueno por todos los agentes del mundo del trabajo. Este aspecto central, a la hora de estudiar las relaciones laborales, es curiosamente silenciado. ¿Por qué?
Si se silencia el punto anterior, el propietario pasa a ser considerado – quiérase o no – como un poseedor de un bien que no le pertenece en justicia. En consecuencia, el empleado, independiente del tipo de salario, forzosamente lo verá como un explotador de su trabajo, pues aquel siempre quedará con la parte principal de las ganancias.
Esta ha sido la “lógica” de siempre del socialismo y la causa de que Chile cayera a las peores situaciones de conflicto entre propietarios y trabajadores durante el período de la DC y de la UP. Era de esperar que en el primer Documento que se tratase del tema entre socialistas y un senador UDI, este punto fuese claramente zanjado, aclarando que el derecho de propiedad privada es, no sólo lícito, sino también indispensable.
El silencio por lo tanto es de suyo una mala señal.
Ella se ve agravada con la lógica del propio Documento. En efecto, señalan sus autores: “hoy tenemos más personas que viven y sufren la pobreza que hace tres años; la desigualdad en los ingresos se mantiene y una de las cosas graves que queda en evidencia, es que el trabajo no asegura que una persona y su familia dejen la pobreza”.
[/columncontent][columncontent width=»50″]Al respecto es bueno señalar que, si bien es cierto que los índices de pobreza aumentaron en un 3% el 2009 en relación a los de tres años anteriores, sin embargo, ellos han disminuido en un 31.4 % en relación a las dos décadas precedentes. Según los datos Casen, desde 1987 hasta el 2006, es decir, en un período de casi 20 años, “hubo una disminución de la incidencia de la pobreza de 31.4 puntos porcentuales” ([1]).
Silenciar los datos más concluyentes de la disminución de la pobreza y sólo indicar los últimos tres años parece poco serio, al abordar un tema tan importante cuanto es el de la pobreza. ¿Por qué este silencio?
En oposición a esas omisiones, hay ciertas afirmaciones taxativas. Una de ellas es que “la desigualdad en los ingresos se mantiene”. No hay en la afirmación algún atenuante como podría ser “la desigualdad excesiva o desproporcionada”; hay una referencia sólo a la “desigualdad”. Parece querer decir que la buena noticia sería que se acabara con la desigualdad en los ingresos. Ahora bien, ésa es precisamente la conclusión a que se llega cuando los socialistas afirman que “la propiedad privada es un robo”. Según eso, todos deben ganar igualmente pues todos tienen los mismos derechos sobre el fruto del trabajo.
Más adelante, el Documento insiste en el mismo punto: “terminar con la lógica de trinchera que muchas veces caracteriza la relación entre trabajadores y empleadores, y que es efecto de la desigualdad de poder que existe entre ambos”. Es decir, la lucha de trabajadores contra empleadores sería fruto de la desigualdad que existe entre ambos estamentos; luego, ella es culpa de los que mandan, o sea de los propietarios.
Para el Documento la única forma de alcanzar esa igualdad es el sindicato: “Es necesario avanzar por lo tanto, hacia un mayor equilibrio en la relación laboral (…). Y en esto el sindicato juega un rol fundamental”.
A modo de justificación de la necesidad de una más fuerte sindicalización, el Documento afirma: “la existencia de un sindicato es buena en cuanto es capaz de generar beneficios para ambas partes: mayor productividad para la empresa y una mejor repartición de dicho producto para los trabajadores”.
A pesar de esta afirmación perentoria, no está probado que la productividad de una empresa crezca por la mera existencia de un sindicato. Éste, si está bien orientado y sin espíritu de lucha de clases, podrá ser un factor positivo, pero podrán existir muchas otras formas para incentivar la producción que el aumento en la sindicalización de sus empleados.
Por otra parte, llama la atención la expresión “repartición de dicho producto” pues indica que las ganancias deben ser “repartidas”, con lo cual se afirma implícitamente que cualquier tipo de relación laboral salarial y no participativa sería una injusticia.
Ésa es precisamente la visión socialista del trabajo y de la relación laboral de los empleados con el empleador. En virtud de ella Chile sufrió la tiranía sindical-estatal desde mediados de los 60’ hasta el 73, con los frutos por todos conocidos.
Resulta paradójico que a los casi 40 años de habernos librado de esa mentalidad, ella reaparezca de la mano de un socialista, un UDI, un jesuita y representantes de la clase empresarial.
Se podría aplicar la famosa frase de Talleyrand sobre los nobles franceses que volvieron después de la Revolución a su país y a sus mismos antiguos hábitos: “Nada aprendieron y nada olvidaron”. [/columncontent][/columnlayout]
[1] http://www.fundacionpobreza.cl/info-pobreza-archivo/evolucion_de_los_indicadores_de_pobreza_2006.pdf