A pesar de las promesas hechas por el Presidente Lagos, de que en su gobierno no se presentaría una ley de aborto, la batalla por su introducción ya comenzó.
En efecto, el Instituto de Salud Pública (ISP), dependiente del Ministerio de Salud, informó por medio de su director, Gonzalo Navarrete, que se encuentra aprobada en su etapa técnica la denominada «píldora del día después».
Contrariamente a las negaciones confusas de los promotores del producto y de personeros de gobierno, no hay ninguna duda que la llamada «píldora del día después» es abortiva.
Como explicó la Dra. Pilar Vigil, del Centro de Estudios de Embriología de la Reproducción (Cebre), de la Universidad Católica,«la vida de un nuevo ser comienza desde la fecundación, que ocurre en la Trompas de Falopio. En la especie humana, los primeros seis días de vida ocurren ahí, y al cabo de este tiempo el embrión llega a la cavidad uterina, donde ocurre la implantación» (Cfr. La Tercera 09/04/2000). Precisamente, uno de los efectos de la píldora es impedir la implantación del embrión fecundado en el útero de la madre. Luego, la píldora es abortiva.
Es lo que afirmó recientemente la Academia Pontificia para la Vida: «resulta claro que la acción ˜antianidatoria” de la píldora del día siguiente, en realidad, no es otra cosa sino un aborto realizado con medios químicos…de ahí se deduce que, de un punto de vista ético, la ilicitud misma de proceder a la práctica abortiva subsiste también para la difusión, la prescripción y el consumo de la píldora del día siguiente. De ella son moralmente responsables todos aquellos que, compartiendo la intención, cooperan directamente con un tal procedimiento». (Cfr. Comunicato sulla cosidetta «pillola del giorno dopo», Città del Vaticano, 31-10-2000).
Por lo demás, según un despacho de la agencia ACI, el propio Sr. Navarrete, habría reconocido en una presentación ante el Colegio Médico que «el fármaco tiene un efecto abortivo durante doce horas, provocando una inflamación química ˜equivalente a la que genera el dispositivo intrauterino” eliminando un óvulo que puede estar fecundado» (Cfr. ACI, 02/02/2001).
Si la distribución de la «píldora del día siguiente» es aprobada en Chile, el carácter sagrado de la garantía constitucional del derecho a la vida habrá desaparecido, al admitirse una excepción en los primeros días de la fecundación. Y el aborto legal habrá comenzado su devastadora ofensiva de exterminio en nuestra Patria.
Y no se crea que la distribución de la píldora se limitará a algunos casos de violación. En breve, será distribuida en los colegios a las menores, como ya se va haciendo hábito en Europa.
Efectivamente, en vísperas del Congreso del Partido Socialista, Gonzalo Martner, coordinador interministerial de la Secretaría General de la Presidencia, declaró que «debe haber una serie de políticas de prevención y distribución de elementos contraceptivos en las propias escuelas para evitar nacimientos no deseados”, como se hace en Inglaterra, país donde se distribuye a menores la píldora del día después». (Cfr. La Segunda, 24/01/2001).
Tanto más cuanto, según indicó el diputado y presidente del PPD, Guido Girardi, «en el gobierno no existe la intención de oponerse a la aprobación de la píldora del día después, así me lo señaló el ministro Secretario General de la Presidencia, Alvaro García, durante un almuerzo realizado ayer en La Moneda» (Cfr. La Tercera “ 06/03/2001).
La Comisión de Salud del partido Demócrata Cristiano también la aprobó, dado que: «estamos convencidos que dicha píldora debe y será aprobada en nuestro País» (El Mercurio, 16/03/2001).
En Chile va siendo creada una mentalidad abortista
No se necesitaría conocer estas declaraciones para percibir que las ideas abortistas van siendo promovidas a través de los canales oficiales del Estado.
En efecto, la «píldora del día siguiente» no constituye una iniciativa aislada del Ministerio de Salud.
Pocas semanas antes de esta medida, el País fue sorprendido con la resolución exenta decretada por el Gobierno, autorizando la esterilización de ambos sexos, sin límites de edad y con el simple consentimiento del interesado.
Al mismo tiempo, el Mideplan realizó una campaña de distribución masiva de anticonceptivos en las playas y lugares frecuentados por la juventud. Por su parte, parlamentarios de la Concertación, han presentado un proyecto de Derechos Sexuales y Reproductivos que propugna el «ejercicio libre de la sexualidad», sin sus consecuencias. (Cfr. «Informativo» No.6 de Acción Familia, Noviembre, 2000).
Todas estas medidas, vistas en su conjunto, muestran claramente que el que está por nacer no cuenta con las simpatías del actual Gobierno. El nascituro no pasa de ser considerado como un estorbo o como una consecuencia «no deseada», que se trata de evitar de todos los modos posibles.
De esta forma se va definiendo en nuestro País la mentalidad abortista.
Ella comenzó por alegar el «derecho de la pareja a las relaciones libres sin los temores de la reproducción», para lo cual el Estado ha comenzado a distribuir preservativos masivamente a los jóvenes desde temprana edad.
Hoy, esa misma mentalidad abortista promueve la «píldora del día siguiente» porque considera un derecho el tener relaciones sexuales libres, sin sus consecuencias naturales.
Mañana, será exigido el aborto después de algunos meses de embarazo. Y así sucesivamente, esta «lógica abortista» no se detendrá hasta obtener la práctica legal del llamado «aborto por nacimiento parcial», que se practica en los Estados Unidos y que consiste en asfixiar a la criatura en el momento del alumbramiento.
Estas diversas iniciativas contra la natalidad son etapas de un mismo proceso de muerte, que termina sólo con la legalización del aborto libre. Los promotores de esta política podrán dar pasos atrás por conveniencias estratégicas, pero no perderán de vista su objetivo final, es decir, la legalización completa del aborto, con subvención estatal.
De nuestra reacción hoy dependerá el mañana
Si hoy no se detienen con vigor y entereza los primeros pasos de este proceso criminal, mañana será muy difícil hacerlo, pues el hombre habitualmente se va acostumbrando a convivir con los hechos consumados, por más aberrantes que ellos sean.
Por estas razones se va configurando un cuadro ante el cual no habrá espectadores inertes. O se es a favor del Mandamiento de la Ley de Dios: «No Matarás»,-y, en este caso, se debe defender a la vida desde su concepción-, o se estará pactando con la «cultura de la muerte».
Nos encontramos así en el comienzo de una batalla psicológica y legal, que decidirá los rumbos del País en esta materia, con sus enormes consecuencias morales y sociales.
O los chilenos, consecuentes con su Fe, oponen una barrera infranqueable a estas pretensiones del Gobierno de la Concertación, o éste conseguirá introducir las bases psicológicas para la matanza de los inocentes.
Es urgente, por lo tanto, iniciar una verdadera cruzada en defensa del que está por nacer. La inmensa mayoría de los chilenos espera de las autoridades eclesiásticas una convocación para ella.
El resultado de esta lucha dependerá, en gran medida, del grado de firmeza que especialmente los católicos sepamos tener.
Lo que supondrá una oposición sin rodeos a los dirigentes políticos que, diciéndose cristianos, promuevan o aprueben la negación de la doctrina de la Iglesia en este punto fundamental de la moral.
La gravedad de esa responsabilidad moral queda patente si se considera que el Código de Derecho Canónico establece la pena de excomunión «latae sententiae», es decir, automática, para todos los que participan directamente en la práctica de un aborto.(Cánon 1398).
Los católicos norteamericanos nos han dado un ejemplo al solicitar a sus Pastores que excomulguen a los responsables políticos que se declaren públicamente a favor del aborto o que voten medidas de carácter abortivo. La solicitud se comprende pues, si existe excomunión para el que practica un aborto, ¿cuál no deberá ser la sanción para el que abre las puertas del país para la práctica legal de miles de abortos?
Si es grande el crimen del aborto, grande será también la gloria del que se oponga con todos los recursos de su influencia a esta embestida abortista.
Es lo que prometió Nuestro Señor Jesucristo al que protege al desvalido -¡y quién más desvalido del que aún no nació!-, cuando dijo: «En verdad os digo que cuanto hiciéreis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicísteis».(San Mateo, 25-40) n
Informativo 8, Abril de 2001