En esta “era”, en la que el hombre alcanzó su máxima libertad e independencia, es en ella que consiguió tener una mayor inseguridad interior, viviendo en medio de angustias e incertidumbres, y llenando los divanes de psicólogos y psiquiatras.
Una encuesta en Estados Unidos muestra que a comienzos del siglo XX alrededor de 3% de los americanos tenía problemas psicológicos, mientras que ahora llegamos al 30%.
La pérdida de valores morales, que no han sido sustituidos por los discursos superficiales sobre ética y libertad, es una característica más acentuada en este comienzo del siglo XXI. El laicismo, más que cualquier ideología, ha destruido lo que el ser humano tiene de más profundo.
Ver más sobre las causas de la crisis del hombre actual
La humanidad recuerda al célebre personaje de “Los hermanos Karamazov” de Dostoievski que decía: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Y ese “todo” genera el “vacío de la plenitud” y la sensación de que viviendo sólo para sí mismo se está cosiendo con una aguja sin hilo.
Sin Dios y sin Fe no conseguimos explicar las cuestiones más elementales, como son el por qué vivimos, de dónde vinimos, hacia dónde vamos, cuál es el significado de nuestra existencia, por qué existe el universo, quien lo creó y otras preguntas que jamás fueron respondidas por los adoradores de la Razón, la diosa entronizada por Robespierre, y que sólo produjo ruina y muerte, porque era una diosa creada por el hombre.
(Ives Gandra, Extractos, Jornal do Brasil)