Hay quien piensa que la religión católica consiste en un sentimentalismo vago e inconsistente. Sin embargo, los numerosos ejemplos heroicos de los católicos martirizados actualmente en todo el mundo y los que resisten a las persecuciones en China y otros lugares, constituyen un desmentido categórico de esta mentalidad.
De hecho, nuestra fe nos llama a ser coherentes con nuestros principios cristianos, a vivirlos sinceramente y a luchar en su defensa. Especialmente en un tiempo en que están siendo erradicados sistemáticamente de la sociedad contemporánea. A menudo se olvida que formamos parte de la Iglesia Militante.
Los católicos y la Iglesia militante
Es a lo que nos exhorta Pío XII en los siguientes discursos.
“El tiempo presente necesita, pues, católicos… con la mirada fija en el ideal de las virtudes cristianas, de la pureza, de la santidad, conscientes de los sacrificios que requieren, tiendan a ese ideal con toda su fuerza en la vida cotidiana, siempre recta, siempre correcta, sin que las tentaciones y seducciones puedan doblegarlos.
“Este es, queridos hijos e hijas, un heroísmo, a menudo oscuro, pero no menos precioso y admirable que el martirio cruento.
“El tiempo presente exige católicos sin temor, para los cuales sea totalmente natural confesar abiertamente su fe, con palabras y hechos, siempre que la ley de Dios y el sentimiento del honor cristiano lo reclamen. ¡Hombres verdaderos, íntegros, firmes e intrépidos! Aquellos que no son tales que a la mitad, el mundo mismo hoy los descarta, los rechaza y los pisotea”.[1]
La verdadera santidad es fuerza de alma y no debilidad espiritual
El Papa se dirige de modo más explícito a la juventud católica alemana: [2]
«La separación entre la religión y la vida ‒como si Dios no existiera en absoluto para la realidad del ser, para la profesión, para la economía, para las instituciones públicas‒, esta separación es uno de los signos de la decadencia de la cultura cristiana; esa es la causa, como efecto de la laicización».
Dirigiéndose al episcopado francés, [3]el mismo Papa Pío XII demandaba la aparición de:
«Un gran número de personas, firmes en los principios, exactamente instruidos en la doctrina de la Iglesia, dedicados a hacer penetrar en los aspectos sociales, económicos y jurídicos el verdadero espíritu cristiano, para asegurar, a través de su acción cívica y política, la salvaguardia de los intereses religiosos”.
[1] Discurso del 21 de enero de 1945 a las Congregaciones Marianas de Roma
[2] El 23 de mayo de 1952
[3] El 6 de enero de 1945