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San Pablo nos dice que “si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe”.
Sí, pues la Fe de los católicos se apoya en la Resurrección gloriosa del cuerpo de Nuestro Señor, tres días después de su muerte de cruz y de los testimonios de ella que nos dieron sus apóstoles.
Un milagro, dirán algunos escépticos, que sólo vieron los apóstoles y los discípulos, pero que nosotros, después de 2000 años del hecho, no podemos certificar.
La objeción es parecida a la que tuvo el Apóstol Tomás después que le contaron que Nuestro Señor había resucitado, pero que él no lo había visto: “Si yo no pongo mi dedo en sus llagas y no meto mi mano en su costado, no creeré”.
La Divina Providencia, en la previsión de los muchos “Tomases” que habría en la historia de la cristiandad, nos proporcionó una extraordinaria ayuda para certificarnos, se diría científicamente, de la verdad de la Resurrección del cuerpo de Nuestro Señor. Se trata del Santo Sudario que se venera en la ciudad de Turín.
El Santo Manto o Santo Sudario, es una fina pieza de lino de un poco más de 1 metro de ancho por 4 metros y 26 cms. De largo (exactamente 8 por 2 cubits, la antigua medida usada en Israel).
Una sólida y sustentada tradición la señala como el manto que envolvió el cuerpo del Señor Jesús en su sepultura.
El manto tiene impresa la imagen detallada del frente y la espalda de un hombre que fue crucificado de manera idéntica a Jesús de Nazaret según describen las Escrituras.
Con el fin de determinar el modo cómo la imagen se imprimió en el Sudario, más de 1000 investigaciones científicas de las más diversas especialidades han sido realizadas y se le han tomado 32,000 fotografías.
Estas investigaciones han hecho del Sudario Santa la reliquia más estudiada por los científicos de la historia.
La primera fotografía tomada del Sudario Santa dio paso a las complejas investigaciones científicas de la era moderna.
¿Cómo así?
Esta es la breve historia de Secondo Pía, el fotógrafo.
En 1898, la Casa real de Savoya, entonces propietaria de la reliquia quiso darle solemnidad religiosa a la futura boda entre Vittorio Emanuele (III) y la princesa montenegrina Elena Petrovich-Niegos, que coincidía además con diversos aniversarios de la Iglesia en Turín.
Así, el Sudario estuvo expuesto desde el 25 de Mayo hasta el 2 de Junio; una exposición que pasó a la historia porque en ella se tomó la primera fotografía de la reliquia.
El afortunado fotógrafo, el prestigioso abogado Secondo Pia, tomó las fotografías en condiciones casi imposibles, en una gesta que él mismo comenta en un artículo escrito a principios del siglo XX.
Respecto del proceso técnico, Pia relata:
«Encerrado en el cuarto oscuro, concentrado sobre mi trabajo, sentí una gran emoción cuando, durante el revelado, vi aparecer primero el Santo Rostro en la placa con tal resolución que me sorprendí y alegré pues desde ese momento pude estar seguro del buen resultado de mi obra de arte».
El primer descubrimiento del abogado turinés fue que la imagen en realidad era el «negativo» de la impresión de un hombre difunto: En efecto, si la imagen aparecía como un «perfecto positivo» el objeto no podía ser otra cosa que un «perfecto negativo».
Los evidentes rastros de sangre encontrados en el Sudario conecta esta reliquia con otros milagros.
Las manchas de sangre y suero que se encuentran estampados en la tela son irreproducibles por medios artificiales. Se trata de sangre coagulada sobre la piel de un hombre herido y vueltas a disolver en el contacto con tela húmeda. Científicamente se ha comprobado que se trata de sangre humana de varón de grupo sanguíneo AB –el más común entre la raza semítica- que según la investigación del DNA.
El doctor Pierre Barbet, cirujano del Hospital de San José, en Paris, es quien ha hecho hasta ahora el estudio médico más completo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según se deduce del Santo Sudario y ha publicado un libro con sus conclusiones.
En la imposibilidad de abarcar todos los aspectos, extractamos los que nos parecen de mayor interés.
Barbet descubrió en la tela marcas de lesiones provocadas por las caídas de Jesús en el vía crucis. Son llagas en la cara anterior de la rodilla, sobre todo en la derecha.
Las huellas de la cruz sobre la espalda, se acusan con nitidez en la imagen dorsal de la silueta de la reliquia. Sobre el hombro derecho, es visible una extensa zona llagada hacia abajo y adentro.
Gracias a las observaciones del profesor Barbet s, completadas luego con detenidas experiencias anatómicas, se ha podido localizar la topografía exacta de las llagas que produjeron los clavos en las manos de Jesús al ser crucificado. Los clavos no atravesaron la palma, como comúnmente se cree, sino el carpo o región del pulso, esto es, la muñeca, precisamente por el espacio libre, llamado de Destot.
La lanzada y la llaga del costado.
Se observa en la imagen frontal de la sabana un enorme coagulo de sangre en el lado derecho, que se extiende hacia arriba unos seis centímetros y desciende en una dimensión de 15. Esta mancha de sangre resalta en la sabana, vista a pleno día, por su tonalidad carmín.
Barbet deduce que la herida fue abierta por una lanza actuada por un soldado de infantería desde el suelo, la cual penetró por el quinto espacio intercostal derecho, atravesó la pleura y el pericardio e hirió la aurícula derecha. La sangre que broto de la lanzada provenía de dicha aurícula, y el agua, del pericardio, por virtud de la agonía extraordinariamente penosa del Salvador.
Todo esto está impreso de un modo hasta ahora inexplicable en el Santo Sudario.
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Pero quizá lo más impresionante de la Santa tela, no sean las comprobaciones científicas de su autenticidad, sino la propia expresión de su divino rostro.
Contemplándola se percibe el supremo sentido de responsabilidad que emana de esa figura y de una enorme seguridad de sí. Si dijésemos que la figura de la Santa Sabana de Turín se definió así: “Yo soy el que soy” sería una definición completa, porque es la comunicación de todo el absoluto. Él es el modelo y la medida para todas las cosas.
Al mismo tiempo, aunque lo ojos están cerrados, entrevemos un océano de suavidad y de dulzura que emanaba de su mirada. Casi podemos sentir cuánto de supremamente afable había en el timbre de su voz y el en la riqueza de su lenguaje.
En Él coexistían todas las virtudes, todas las perfecciones, en todos los grados de la naturaleza humana, como reflejo de la divinidad unidad a Él de modo hipostático.
Mucho más podríamos hablar sobre el prodigio permanente de la Santa Sudario de Turín, sin embargo lo que queremos es invitarlo a que Ud. la conozca personalmente, a través de las innumerables páginas de internet en las que podrá tener acceso a videos, explicaciones pormenorizadas y la historia de este milagro para los “tomases del siglo XXI”.
Si Ud. que nos oye se siente uno de ellos, entonces no dude en conocer este milagro que Dios reservó para que los adelantos de la técnica y de la ciencia de XX siglos después de su muerte y resurrección pudiesen hablarnos también a nosotros.
Mirar al Santo Sudario y mirarnos en él, es un excelente ejercicio de vida interior, pues debemos recordar que los cristianos estamos llamados a ser otros Cristo. Conociendo el modelo podemos ver las insondables, para no decir infinitas distancias a recorrer.