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El último ángel – Cuento de Navidad

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La catedral de Reims es por excelencia la catedral de los ángeles. Y en los del ábside de la Anunciación, se puede seguir la expresión cada vez más viva de la sonrisa

El ángel me dijo: A quienes hayan sabido conservar lo mejor de su alma de niños este cuento de Navidad les gustará. A los otros…

Entre todos los ángeles, era el menor.

Entre los millares y millares de puros espíritus que Dios había creado, mucho más numerosos que todos los mortales que existirán hasta el fin del mundo, ordenados en una inmensa jerarquía compuesta por nueve coros angélicos, se situaba en el último lugar.

Todos los otros ángeles, sin excepción, estaban sobre él. Abajo, muy distantes, veníamos nosotros, los humanos.

No piense que tal situación lo entristecía o lo decepcionaba. Al contrario, era un ángel muy alegre y feliz.

La rebelión de Lucifer

Por ejemplo, no le hizo caso a Lucifer cuando, al organizar su rebelión, trató en persona de seducirlo imaginando que podría infundirle un sentimiento de protesta.

– “Sígueme”, le susurró el Tentador, “y de último entre los últimos, serás semejante a Dios”.

El ángel se habría reído con ganas y encogido de hombros con desprecio si los hubiera tenido. Pero estas actitudes son nuestras, de los humanos, y por eso simplemente hizo una pregunta que se escuchó de un extremo al otro de la bóveda celestial:

– “¿Y quien, por casualidad, es como Dios?”

A San Miguel, al escucharlo, le gustó la respuesta y la transformó en su grito de guerra, que tuvo la acogida que todos conocemos. Lo sabemos porque bajo su dirección se alinearon los dos tercios de la milicia angélica, que precipitaron al infierno a los demonios rebeldes, después de un combate gigantesco.

El último de los ángeles se dedica a hacer el bien

Desde aquel día, el último de los ángeles pasó la eternidad haciendo bien en la Tierra.

Por ser un puro espíritu, es claro, no tenía cuerpo. Pero sí tenía una inteligencia muy superior a la nuestra, una voluntad sin vacilaciones y un poder sobre el mundo temporal que sólo limitaban los designios de la Divina Providencia.

Además, nunca tuvo que aprender nada: todos sus conocimientos se los infundió Dios en el momento de crearlo. Su ciencia, su fuerza, su discernimiento, los utilizaba para influenciar las condiciones materiales de nuestra vida diaria.

Se abren las puertas del perdón y de la esperanza: es Navidad

Por donde pasaba, el aire se tornaba más diáfano, los pájaros cantaban más alegres, las flores exhalaban más fragancias y los hombres propendían a ser mejores.

Calmaba la naturaleza después de las grandes tempestades; hacía encantadora la vuelta de la primavera; mantenía fresca la vasta sala de piedra donde cobraban aliento los segadores; protegía la abundancia de frutos para la cosecha del otoño y creaba ese ambiente acogedor en torno a la chimenea crepitante, cuando la nieve cubría la campiña.

El último ángel cuento de Navidad
El último ángel, cuento de Navidad

Patrullaba la tierra para domesticar los efectos de la naturaleza salvaje, tornar la vida de los humanos más soportable y alentarlos a la práctica de la virtud.

En su intervención sobre los elementos, buscaba hacer renacer la esperanza en los corazones de los hombres. Era una actividad humilde, realizada con ingenio y discreción, pero nuestro ángel presentía que no llegaba a colmar lo que se sentía llamado a realizar.

Como le encantaba tejer suposiciones, se preguntaba si un día Dios no le confiaría alguna misión particular.

– “Seré, sin duda, el ángel de la guarda de alguien; y como soy el último de los ángeles, será ciertamente el más débil de los hombres”, le confió un día a unos de los arcángeles más elevados del Paraíso, que estaba al tanto del tema, pero prefirieron no decirle nada.

Y así fue que, sin saber nada de nada, percibió de repente una actividad insólita en la esfera celestial.

Llevaba millares de años desempeñando su oficio, muchísimo tiempo para nosotros, pero nada más que un poquitín de eternidad para un ángel, cuando una tarde, un serafín magnífico, de los que se sientan bien próximos al trono de Dios, vino a verlo.

Recibe una misión especial

– “Nuestro Creador Soberano tiene una misión que confiarte”, le dijo. “Ve a ejercer tus habilidades entre personas necesitadas en un lugar que te señalaré.”

Sin perder tiempo, recorrió la inmensa distancia que lo separaba del sitio a donde lo habían mandado. Ignorando lo que encontraría, penetró en el lugar, que estaba muy mal iluminado.

Miró a su alrededor y percibió… el más pequeño, el más débil, el más pobre de los hijos de los hombres. Una luz maravillosa inundó entonces la gruta sencilla, donde el recién nacido se encontraba. Volviéndose, se dio cuenta de que toda la corte celestial estaba allí presente. Eran millares y millares de ángeles que subían y bajaban, entonando un cántico nuevo, de una dulzura sin par.

– “Apresúrate, ¿no ves que tiene frío?”, advirtió el serafín.

Sólo en ese momento cayó en la cuenta de que Dios se había hecho hombre y que él había recibido la altísima misión de proteger al pequeño Niño, a su Madre, la Santísima Virgen, y a su padre adoptivo, San José.

Enseguida, aproximó al burro y al buey, que dormían en el fondo, para que calentaran al recién nacido con su aliento; alisó la paja, para que ninguna astilla fuese a herir al Niño; difundió en el aire una fragancia navideña, hecha con aromas de resina de pino, de cera caliente, de azahares y golosinas de todo tipo.

El Niño lo vio y le sonrió. Era el último, sí, pero el más feliz de los ángeles.

Desde aquella noche, todos los años, recorre la tierra haciendo sentir a las almas de buena voluntad la suavidad, el perfume y el espíritu de la Navidad.

Por eso, por favor, preste atención y sea sensible cuando pase a visitarlo. Podrá quizá percibirlo en la llama de una vela que vacila ante el pesebre, en el resplandor de una bola de Navidad, en la suavidad de los cánticos en la misa del gallo.

* * *

Nota: este relato no pasa de un cuento de Navidad. A pesar de ello, es verdad que el último de los ángeles existe. Nunca supe como se llamaba (si me lo hubiera dicho, seguro que lo habría escrito, si no fuera que la Iglesia no quiere que les demos nombres a los ángeles, a no ser a los que ya aparecen nombrados en la Biblia). De todas maneras, nuestra pobre inteligencia humana tendría mucha dificultad en entender el significado y la belleza del nombre de un ángel.

Por cierto que fue él quien me sugirió que escribiese este cuento. Cuando le objeté, diciendo que algunos aspectos de su relato no me convencían del todo, se rió, encogió de hombros (eso me pareció, al menos, ya que, como dije, los ángeles no tienen hombros) y me replicó: “pon una nota explicativa al final. A quienes hayan sabido conservar lo mejor de su alma de niños les gustará. A los otros…

por Benoît Bemelmans

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21/12/2023 | Por | Categoría: Fiestas religiosas
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Un comentario to “El último ángel – Cuento de Navidad”

  1. maria de la Luz Alvarez dice:

    Lindo cuento de Navidad. Sigo con alma de niño y no sería raro que el último angelito recibiera la misión de cuidar al Niño Dios.

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