La sociedad impone un gran valor a la singularidad del sujeto, a su libertad, a su autonomía. Pero, ¿le ofrece la posibilidad de realizarse, de ser él mismo, de conocerse?
Algunas propagandas nos asaltan todos los días para ofrecernos productos que nos permiten conocer en poco tiempo lo que ocurre en cualquier parte del mundo.
¿Pero, habrá propagandas que nos ofrezcan algo para conocernos a nosotros mismos?
¿Qué es más importante: saber lo que ocurrió hace 5 minutos atrás en en el otro extremo del mundo o cuál será el mejor programa para el próximo fin de semana o tener un mayor conocimiento de lo que es cada uno de nosotros, cuál es nuestro interior, qué somos o quiénes somos?
El filósofo griego Sócrates tenía razón cuando decía: “Conócete a ti mismo”. En esa expresión se condensa toda la sabiduría natural de todos los sabios, pues conocerse a sí mismo es el comienzo para conocer lo que nos rodea y de ahí subir hasta Dios que nos creó.
Sobre esta temática, hay una interesante conferencia de una conocida psiquiatra francesa, en que aborda este asunto y las dificultades que el trajín del mundo moderno pone para conocerse con honestidad a sí mismo. La Dra. Marie-France Hirigoyen, es especialista psicoterapeuta de familia especializada en la terapia del acoso moral o psicológico.
Lo que ella nos señala, podrá parecernos poco simpático, pero eso no quita que sean importantes verdades.
“La sociedad impone un gran valor a la singularidad del sujeto, a su libertad, a su autonomía. Pero, ¿le ofrece la posibilidad de realizarse, de ser él mismo, de conocerse?
Las imposiciones del consenso
“En una época individualista, el individuo es el centro del mundo pero él está solo, porque es un peón de ajedrez en una multitud de iguales. Se le exige pensar como los otros, pertenecer a una red, no salirse de la masa.
“Por ello, ese individuo evita cuestionarse, confrontarse con los otros, enfrentar conflictos, cada vez más se rechaza el conflicto. Pero al mismo tiempo, escapa a toda profundidad, a todo conocimiento de sí mismo. Por lo tanto estamos en un mundo de apariencia. Si se busca un empleo o una amistad, es necesario seducir, estar en forma, ser feliz, desenvuelto, eficaz.
El culto de la imagen
“El culto de la imagen se ha extendido a todos los campos. En el mundo del trabajo ahora no importa lo que somos sino lo que mostramos. Ya no basta trabajar, tener buenos resultados, hay que mostrarse, hacerse apreciar, poner a funcionar la red de contactos. Cuenta más la visibilidad que la productividad y la eficiencia. Un directorio lleno de contactos más que el talento. En todas partes se privilegia la vía rápida que consiste en avanzar por habilidad más que por esfuerzo, más por la trampa que por el trabajo.
Copiar y pegar…
“No construimos un pensamiento propio sino que repetimos mil ideas de otros.
“En todos los dominios es necesario ir rápido, obtener resultados inmediatos. Pero ese mundo no nos deja espacio para reflexionar y formar una visión de la vida a largo plazo. A fuerza de agitarse y de ahogarse en el trabajo y la comunicación con los demás, el hombre se ha separado de sí mismo y tiene miedo de confrontar sus miedos y su vida interior.
“Rechaza saber que él está solo y es mortal. Nuestra sociedad exalta el éxito, la gestión de sí mismo y esto agota a las personas que tienen la impresión que una carga muy pesada está sobre sus hombros y desarrollan lo que ha sido llamado de “patologías de la insuficiencia”, especialmente el stress y la depresión. Tanto en el trabajo, como en la familia o en la vida social, la gente tiene miedo de fracasar, de no estar al nivel.
Una sociedad narcisista
“Esta sociedad narcisista, lejos de ser feliz o liberadora, conduce al ser humano a un rechazo de sí mismo y al miedo: se tiene miedo del otro, de perder el trabajo, de las agresiones, de la enfermedad, de la vejez y sobre todo de no corresponder al padrón socialmente correcto. Conseguir éxito en la vida profesional bajo la amenaza de perder el empleo, lograr la vida de matrimonio con miedo de las rupturas que pueden ocurrir, educar correctamente los hijos que hacen lo que les da la gana, todo esto es fuente de indecisión e inquietud.
“Pero en el mundo moderno sobretodo no pueden mostrar las indecisiones: ¿cómo conseguir un empleo si no se tiene talante de ganador, cómo conseguir un buen novio o novia si tenemos cara de deprimidos? Entonces, es necesario fingir y aparentar. Así adoptamos un falso yo ajustable a las circunstancias, o sea un comportamiento destinado a complacer a los otros más que a nuestros propios deseos o sentimientos.
Una vida sin autenticidad
“Las personas son entonces super adaptadas al mundo moderno, pero pierden el contacto con sus verdaderos sentimientos internos lo que conduce a llevar una vida sin autenticidad.
“Este cambio social afectó la psicología de las personas que nunca han estado tan desilusionadas y desencantadas como ahora y que buscan desesperadamente a mejorar su “auto-estima”, no el amor de sí mismo sino la estima de sí mismo. Los psiquiatras de mi generación han podido constatar el pasaje de los estados neuróticos convencionales a nuevas patologías del carácter, en especial las patologías narcisistas, o sea, los traumas psicosomáticos, las depresiones, las adicciones, y también los comportamientos perversos.
Quien crea encontrar la felicidad en la agitación será infeliz
(…)
La terapia: dar la espalda a la agitación y verse de frente
“Una verdadera terapia nos debería llevar a aceptarnos simplemente como somos, seres humanos imperfectos y frágiles y a admitir que no somos super hombres.
“Como lo vengo diciendo, en nuestro mundo contemporáneo es muy difícil ser uno mismo. A todo momento nos vienen a decir lo que debemos pensar, como debemos vivir. Claro, el condicionamiento es muy sutil y por eso tanto más eficaz. Inclusive cuando es diplomado y culto, el hombre moderno, porque se tornó inseguro, es fácilmente influenciable y manipulable. Él trata de adquirir confianza y a dar sentido a su vida con verdades de Perogrullo y una vida fácil y sin sufrimientos. Pero es imposible tener una vida sin obstáculos ni dificultades a pesar de que los medios de comunicación nos quieren hacer creer lo contrario.
“Al buscar el tiempo entero la felicidad perpetua corremos el riesgo de privarnos de alegrías auténticas. Muchas personas se quejan de estar solas, de no recibir nada de los demás. Pero para recibir es necesario abrirse y estar disponible a los otros. Entonces, para saber quiénes somos y qué queremos hacer de nuestra vida es necesario parar, dar las espaldas a la agitación del mundo para poder mirarse a sí mismo con lucidez. Y claro que se necesita mucho coraje para mirarse de frente y aceptar sus debilidades sin miedo de caer en una depresión.
“Cuestionarse a sí mismo es renunciar a las apariencias y a la idea de ser un superhombre, abrir los ojos para las sombras de nuestra alma, pero también para la parte sombría de nuestra época. Es a ese precio que es posible renunciar a los mecanismos de auto-defensa para aceptarnos como somos con nuestras imperfecciones. Dejar de ser una máquina de alto rendimiento para tornarnos nuevamente un ser humano, frágil pero vivo”.