El tipo humano ideal para todas las clases, la personificación de la perfección, no es un modelo teórico, sino una realidad histórica. Es la persona de Nuestro Señor Jesucristo, el Dios-Hombre
En su camino hacia la perfección, las diferentes clases desarrollan de forma natural tipos humanos adecuados a cada una, que se aproximan gradualmente a un tipo ideal.
Este modelo, el tipo humano ideal para todas las clases, esta personificación de la perfección, no es un modelo teórico, sino una realidad histórica. El tipo humano por excelencia es la persona de Nuestro Señor Jesucristo, el Dios-Hombre. La marcha ascendente de la humanidad es una marcha hacia Nuestro Señor Jesucristo, que realizó el tipo humano perfecto en Su humanidad.
En Nuestro Señor Jesucristo, la perfección de la naturaleza humana es elevada a un grado superior a ella misma a través de la Unión Hipostática con la naturaleza Divina. En Nuestro Señor Jesucristo todas las virtudes humanas están presentes armónicamente y de modo supremo. Ellas construyen unas sobre otras la perfección, dejando al descubierto, como la pantalla de la lámpara revela la luz, la Perfección Divina en sí, el Dios-Hombre.
Una sociedad comprometida con la asimilación de lo que podría llamarse el tipo humano de Nuestro Señor Jesucristo crecerá de forma continua hacia la perfección. En esto radica todo progreso genuino.
Nuestro Señor es el Alfa y Omega, nuestro Modelo, nuestra causa ejemplar perfecta.
El Salvador unió los dos extremos del espectro social: los muy pobres y el trabajador manual por un lado, y el príncipe real, el hijo de David, por el otro. Pero si la distancia entre un hombre pobre y un rey es grande, no es nada en comparación con la que existe entre la criatura y el Creador, entre el hombre y Dios. Nuestro Señor salvó esta distancia. Él era el Dios-Hombre, el Verbo Encarnado. Cada perfección que existe es un reflejo de Su Divina Perfección.
Cuanto más nos esforzamos por obedecer e imitar a Nuestro Señor, cuanto más tratamos de que el mundo y todos los aspectos de nuestras vidas sean un reflejo de Su sublimidad, tanto más avanzamos en el camino de la perfección y virtud que lleva a Él.
Y como la admiración y el amor es todo lo que se necesita para que hagamos esto, entonces, con la ayuda de Su gracia y las oraciones de su Madre Santísima podemos hacerlo. Y podemos hacerlo, cualquiera sea nuestra clase social, cualquiera sea nuestra posición en la vida.