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Suponga que al encender la radio para oír las noticias de la mañana escuchara que los Carabineros decretaron huelga de brazos caídos.
Sí, como lo oye, huelga de Carabineros. ¿Se imagina la fiesta que harían los delincuentes de toda clase, incluidos terroristas, narcotraficantes y lumpen en general?
¿Se imagina la inseguridad general que reinaría entre las personas honradas y trabajadoras? Desde el tráfico vehicular hasta la seguridad de las más remotas poblaciones y villorrios, todos quedarían a la merced de los transgresores de la ley.
Este panorama alucinante nuestro País nunca lo ha sufrido, porque posee un cuerpo policial que se ha destacado internacionalmente por su profesionalidad y su mística en el cumplimiento del deber.
Las recientes inundaciones del Norte volvieron a demostrar esa entrega muchas veces heroica de parte de los miembros de esta institución. Sacrificando su propia seguridad, llegaron hasta los lugares más arriesgados para rescatar niños o mujeres que, de no mediar esa ayuda, habrían sido arrastradas por el torrente de lodo.
El reciente asesinato del Cabo Segundo Rodrigo Gálvez, víctima de una bala que perforó su cuello, cobró un nuevo mártir de la institución y dejó una viuda y un pequeño niño huérfano.
Muchos chilenos se han acostumbrado a ver estas noticias de ataques a Carabineros, casi como un elemento natural del paisaje nacional. Sin embargo, si vemos las cosas desde los ojos de un uniformado, podemos percibir que sin una inmensa dosis de responsabilidad, hace ya mucho tiempo, ellos podrían haber organizado una huelga de brazos caídos, como lo hicieron los policías de Argentina, Brasil y muchos otros países de nuestro Continente.
Si le parece que exageramos piense que los Carabineros están recibiendo sueldos sin proporción con los riesgos que corren, cumpliendo horarios muchas veces más largos que los de cualquier trabajador civil, recibiendo además insultos y pedradas, cuando no balas. Y ahora teniendo que aguantar los ataques del Instituto Nacional de Derechos Humanos, dirigido por Lorena Fries.
Sí, como si todos los ataques que recibe la institución de Carabineros en el cumplimiento del deber no fueran suficientes, la última semana, se ha agregado a la caza de brujas este organismo del Estado, que publicó un manual de derechos humanos dirigido para niños en edad escolar, donde los Carabineros son representados como antipáticos cocodrilos y osos. Los referidos dibujos ilustran el siguiente texto: “Las detenciones en las marchas han sido un elemento de represión que ha utilizado Carabineros para evitar la reunión libre de personas que luchan por sus derechos”.
Es decir que para este organismo del Estado, los Carabineros no pasarían de constituir una organización represiva destinada a evitar la libre manifestación de los ciudadanos.
¿Qué resultado se puede esperar de una literatura de este tipo entregada a niños sin suficiente criterio de juicio? Obviamente el de indisponerlos contra las fuerzas del Orden, considerándolos como simples “represores”. El de disminuir en sus mentes infantiles la repulsión de los asesinatos de miembros de esa gloriosa institución. Y, finalmente, el de incentivar nuevos atentados contra sus miembros.
Y es precisamente por esta razón que Carabineros ha declarado que estudia presentar una querella judicial contra el referido Manual del Instituto Nacional de Derechos Humanos. A través de un comunicado, la institución calificó de poco objetivo el informe, lamentando que se intente “adoctrinar a jóvenes que están en pleno período de formación”.
El Domingo pasado la prensa dio a conocer una carta enviada por el actual Director General de Carabineros, General González Jure a la promotora de los manuales en cuestión. En ella el General le hace ver con razón que le “preocupa que el [organismo] que Ud. dirige no reconozca en su real dimensión los esfuerzos y sacrificios del personal institucional, que para velar por el respeto de los derechos de la ciudadanía resulta muerto o herido”.
Por su parte, el ex Director de Carabineros, General Cordero Rusque afirmó en carta al Director, que: “Si lo que dice el informe fuera cierto –que gracias a Dios no lo es- la Sra. Fries y el INDH deberían estar denunciando en los organismos internacionales al Gobierno actual y al pasado por esta política represiva del Estado de Chile. Pero como esto dejaría en evidencia que se trata de un despropósito absurdo, es más viable atribuirle la conducta a Carabineros, (… ) Sería bueno que la Sra. Fries se diera cuenta que no se puede dirigir un órgano del Estado con la ideologización, los criterios y la irresponsabilidad jurídica de una ONG y que el ministerio del interior se hiciera cargo de la estrafalaria acusación que el INDH está haciendo a la conducción política del País”.
Estas justas reacciones, no hicieron retroceder a la mencionada presidenta del organismo de derechos humanos. Por el contrario, ella afirmó que también se preocupa de los derechos humanos de los carabineros, pero no por los ataques que le vienen de fuera, sino por la formación que le dan en sus escuelas matrices.
Es decir, no contenta con difamar la acción legal de la institución llamada a la manutención del Orden del País, ella pretende también desintegrarla en su propia escuela de formación de oficiales y suboficiales. En efecto, ella afirmó que su organismo “se encuentra preparando un estudio relativo a aspectos tales como sus extenuantes jornadas de trabajo, factores de discriminación entre tropa y oficialidad, medidas de entrenamiento o disciplinarias que pudieran estar reñidas con estándares de derechos humanos”.
Todo choca en este ataque a Carabineros. Sin embargo, hay dos cosas que llaman más la atención. Por una parte la inaudita parcialidad del llamado INDH delante de la abnegada y muchas veces heroica acción de Carabineros, que con bajos sueldos asumen por ideal una de las más arriesgadas tareas públicas. Para ellos, sólo hay estereotipos y caricaturas degradantes.
Por otra parte, el pesado silencio de los otros miembros del mismo INDH que supuestamente no representan el sentir de la Sra. Fries y que poco o nada han dicho al respecto del Manual en cuestión ni respecto a las declaraciones de su presidenta.
Sin embargo, hasta ahora, y a pesar de las prédicas del INDH, los chilenos no se dejan engañar, y la institución de Carabineros mantiene un índice de credibilidad y confianza pública que haría soñar al Gobierno y a los Partidos Políticos.
Muchos chilenos se han acostumbrado a ver las noticias de ataques a Carabineros, casi como un elemento natural del paisaje nacional. Sin embargo, si vemos las cosas desde los ojos de un uniformado, podemos percibir que sin una inmensa dosis de responsabilidad esa constancia, que muchas veces llega hasta el heroísmo, no sería posible.
En las vísperas del aniversario de su Fundación ofrecemos este programa a sus auditores, que destaca el papel imprescindible de Carabineros de Chile.