Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado.
Llegó el momento en que la vida de Nuestro Señor debía ser coronada por la Ascensión. Salió del Cenáculo con ciento veinte personas privilegiadas que estaban allí. Su madre estaba a su lado y los guiaba por las calles de Jerusalén. Los santos que había sacado del limbo los siguieron cantando con los Ángeles, nuevas canciones.
Venerable Maria de Agreda
Y al verlo se postraron, pero hubo quienes dudaron. Y Jesús aproximándose les habló así:
«Todo poder me ha sido dado en el Cielo y en la Tierra. Id pues y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado.
«Y yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos». (San Mateo, Capítulo 28, 16-20).